Una persona especial

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Lev no podía entender por qué, incluso el día de Nochebuena, tenían que entrenar. Vale que estaban cerca las Nacionales, pero... ¡eso era explotación!

Era el primer año en que estaba en un club y, por tanto, no sabía que había actividades incluso el mismísimo día de Nochebuena. Al menos, habían acabado antes para que pudieran ir a pasarla con las familias, y al día siguiente no había entrenamientos.

Pero, aún así... Aunque él era el único que se sentía desconcertado.

-Siempre se ha hecho así- le había explicado Kuroo cuando fue a quejarse el día anterior. –Si no quieres, no vengas. No es obligatorio, pero tú verás si quieres faltar al entrenamiento.

Sin embargo, sentía el suficiente temor y respeto hacia su capitán como para no negársele. Así que, esa mañana, se levantó y se puso la ropa de deporte: al menos, no había clases y no tenía que madrugar, sólo eran las nueve de la mañana.

Comprobó varias veces que llevaba todo y salió de casa para coger el metro. Tardaba alrededor de media hora en llegar al Nekoma y ya había perdido mucho tiempo duchándose. Por el camino le llegaron felicitaciones de su familia por parte rusa: por supuesto, le escribían en ruso, pero siempre le pedía a su padre que le tradujese lo que le decían. Nunca había conocido a su familia paterna ni se había interesado por aprender a hablar ruso. Obviamente, sus abuelos y tíos lo sabían, pero tampoco conocían otro idioma: claro que podían hablar en inglés, el problema era que Lev tampoco tenía mucho dominio de esa lengua.

Así que ignoró los mensajes de su familia rusa y se centró en la de su familia japonesa. Al poco se acabó hartando porque su familia era muy aburrida: sólo hablaban de regalos que se intercambiarían al día siguiente, pero a él esas cosas no le interesaban. Lev era un amante del espíritu navideño, pero no del intercambio de regalos. Le parecía que al resto de su familia sólo le interesaban esas fechas para conseguir nuevos presentes, cuando en realidad él lo único que quería era pasar el tiempo con sus seres queridos.

Por eso... tal vez por eso no le desagradase del todo ir a entrenar el día de Nochebuena. Si había algo a lo que llamar familia, era a su equipo del Nekoma: estaban todos juntos, no unos en una parte del mundo y otros en otra; ninguno se había interesado en intercambiar regalos, pero sí que habían quedado en ir a comer todos juntos para celebrar la Navidad después del entrenamiento.

Y, sobre todo, si había alguien a quien quería ver, era a Yaku... Hacía meses que su senpai le atraía, con su sensibilidad a los comentarios sobre su altura, su carácter sobreprotector y su atención y preocupación constantes.

Al principio llegó a pensar que no le caía bien a Yaku. Sobre todo, porque parecía desesperado cada vez que lo veía intentar recibir (Lev apestaba con sus recepciones), pero poco a poco empezó a mostrar más interés e incluso lo halagaba cuando conseguía controlar el balón. Y recibir un halago de Yaku era como una bendición: sus recepciones eran perfectas; su determinación y concentración, inquebrantables; nunca se daba por vencido, y era paciente y tolerante.

Lev se sentía desconcertado ante esos nuevos sentimientos, pero también curioso y fascinado: en la vida se había sentido tan feliz al ver una persona, en escuchar el "Ohayo!" de alguien... ni había encontrado ninguna sonrisa más hermosa.

Sí, por supuesto que Yaku era más dado a tener el ceño fruncido o el gesto preocupado o frustrado, pero era una persona que siempre demostraba su sentimientos: si estaba enfadado, triste, emocionado o contento, se notaba por su expresión. Y su sonrisa era la mejor de todas.

Lev nunca había encontrado ninguna sonrisa tan increíble. Era capaz de hacer que su corazón se detuviese y comenzase a latir desacompasado, como si no supiese funcionar con normalidad.

Una Persona Especial (Haikyuu!!/Yakulev)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora