Lirio

4 2 0
                                    


Hace una semana, alguien tocó la puerta de mi casa a las tres de la madrugada.

Me levanté refunfuñando a abrir, pensando que sería mi hermano regresando de fiesta, borracho como una cuba, pero no era él.

Una pequeña niña, pálida como la nieve, me aguardaba al otro lado de la puerta.

Ella me miró y, a pesar de que sus ojos no mostraban emoción alguna, había una sonrisa en sus labios. En sus manos sostenía una cestita, de donde sacó un lirio blanco y me lo entregó.

Después, giró sobre si misma y se fue. Yo, aún anonada, cerré suavemente la puerta sujetando aquella flor.

Ahora, sentada frente a una impoluta tumba de piedra, dejo allí el lirio que me entrego la pequeña.

Aquella noche, semana atrás, mi hermano murió en una contienda callejera. 

LirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora