Los 100 días que tardó en conocerlo

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Día 20

Llovía y no era una lluvia hermosa de esas en las que las parejas pueden darse el lujo de esconderse bajo un paraguas y besarse mientras corren. El clima era fatal, el aguacero tenía sus botas llenas de barro y no veía nada más allá de su nariz. Pero ahí estaba, tres de la tarde con cinco minutos Stiles Stilinski estaba de pie a la puerta de la misma nevería de siempre esperando a que Derek Hale llegara, que le extendiera su mano y lo llevara al interior para seguir coqueteando como venían haciendo desde tres semanas atrás. Una parte de Stiles le decía que esa era la cita definitiva; o finalmente se hacían novios y se daban ese beso por el que llevaba esperando desde la primera cita o cada quien tomaba su rumbo y comenzaban a enfocarse en sus proyectos personales porque él estaba a nada de pedirse el intercambio a Londres. Esa cita era la cita crucial para que él se fuera o se quedara.

Se miró las manos cubiertas de agua, los mechones de cabello casi obstruyéndole la vista. 3:10, el reloj enorme de la plaza parecía moverse cada vez más rápido conforme su cuerpo empezaba a vibrar de la desesperación por saber que iba a suceder en la siguiente hora.

3:15. Había más peso en su cuerpo del que debía, más cansancio del que sabía que podía llevar, pero sobre todo más tristeza de la que había experimentado por alguna persona ajena a él. Le llevó poco menos de un minuto darse cuenta que quería a Derek lo suficiente como para sentirse desilusionado.

Y entonces, antes de que el reloj marcara las 3:16 la lluvia se detuvo, pero solamente para él. De pronto pudo ver un poco más allá de su nariz y sus manos no escurrían agua.

-Idiota, pudiste esperarme dentro -Derek tenía una sombrilla en su mano izquierda y con la derecha le estaba acomodando el cabello pegado a su frente.

-No quise romper la tradición -Stiles levantó la vista. El moreno llevaba su chaqueta de cuero, sus cejas fruncidas y parecía a punto de decir algo, igual que siempre. -Llegas tarde.

-Conduje con cuidado -Derek le ofreció su mano -¿Ya podemos ir dentro o debo mojarme también?

-Creo que podemos entrar ahora -Stiles movió la cabeza despacio -Me apetece mucho algo tibio.

-Y a mí me apetece una cita menos idiota -Derek en ese momento hizo algo que el cerebro de Stiles no registró a tiempo. El chico de la chupa de cuero, el que hace cada movimiento calculado y se fija en todas las salidas de un lugar antes de escoger una mesa, le dio un beso en la frente y lo giró para que anduviera frente a él, para asegurarse que los últimos cinco pasos estaba seguro.

Día 73

Stiles era otro chico estudiando en la universidad más cercana a Beacon Hills, era un pequeño ser humano del planeta tierra cuya existencia nunca iba a cambiar el curso de la vida de alguien más. En caso de no haber nacido él sus padres hubieran tenido otro hijo o una hija, tal vez mellizos. No era nadie extraordinario y sin embargo frente a sus ojos no había nada más que un puñado de armas cargadas y una persona a su espalda diciéndole que debía disparar, que debía escoger alguna, la que fuera y apuntar directamente a la cabeza o al pecho, a cualquier lugar vital tal como le había enseñado su padre cuando lo llevó al campo de tiro a los 15.

Stiles era un chico normal con un padre que había sido Sheriff del mismo pueblo durante años, su mejor amigo había sido adoptado por un par de ricos y nunca había tenido mascotas, pero iba a darle comida a los perros callejeros cada semana.

No hacía ejercicio, no se drogaba, no fumaba, solamente se tomaba alguna cerveza de vez en cuando, daba las gracias, decía por favor y sabía pedir perdón. Él no se merecía estar en el lugar incorrecto, él merecía continuar el camino a casa con tranquilidad.

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