Las nubes en el cielo comenzaban a generar aquel paisaje rojizo de una noche próxima, indicaba que ya era hora de partir. Había sido un día agotador como de costumbre, con un calor extraño para otoño. La espera comenzó con compañía, todos ya debían volver a sus hogares. Así fue como me subí en el autobús de mi destino. Salude cortésmente al conductor que me saludo con el inconfundible movimiento de cabeza y de cansancio de un día laboral, además de la monótona recepción de dinero y entrega de boleto. Siempre he creído que todos ellos tienen una gran similitud, la mayoría son muy grandes, poseen una gran barriga y manos fuertes, diría que podrían compararse a Vikingos arriba de sus grandes barcos con un ceño fruncido pensando en proteger su nave. Camine apoyándome de los asientos con gran dificultad por el bamboleo del inicio típico del recorrido, ya estaba llegando a mi meta cuando no me doy cuenta del pie de una pobre señora, así fue como me tropecé generando que mis mejillas se tornasen rápidamente de un rojo fuego y que la señora me vociferara lo descuidada que había sido. Me senté en los asientos traseros por la vergüenza, luego incline lentamente mi cabeza hacia abajo para que nadie me viera. Cuando ya los sentimientos embarazosos estaban alejándose lentamente de mí al igual que aquel transporte viejo y oxidado que muchas historias podría contarnos, comencé a divagar en aquellas fantasías de lo cotidiano que uno no sabe si piensa, sueña o simplemente deja a su cabeza hablar sola. Tan hipnotizada estaba por el bamboleo y ruido del autobús que no me di cuenta que ya había pasado mi lugar de bajada y que estaba pasando por un lugar totalmente desconocido. Cuando logre despertar de ese trance hipnótico que no me dejaba escapar del laberinto sin Minotauro, casi grito. No tenía idea donde estaba, lo que provoco un sudor frio en mi espalda y un palpitar inexorable y fuerte en mi corazón. Tenía miedo, no sabía si debía bajar ahora o esperar, el problema era la espera de una vuelta sin regreso. ¿Qué era mejor, llegar hasta el final sin saber mi destino o bajarme para volver a comenzar mi recorrido? El miedo aumentaba porque ya el cielo alevoso había ennegrecido y solo el lucero iluminaba un poco el cielo. En el transporte luctuoso solo quedábamos una señora robusta con un rostro bondadoso que emanaba la calidez de dueña de casa volviendo del supermercado y yo. La amargura me consumió junto con las ideas de un final de destino inconcluso, de una historia que solo angustia mantenía, de una respuesta que no tenía a aquella bomba de tiempo que es la vida, de la pregunta de seguir o volver a empezar, mi respuesta física fue solo quedarme sentada hasta que aquella señora cojeando lánguidamente salió del autobús. La aprensión fue en aumento, no sabía cómo fuese aquel micrero vikingo con ceño fruncido y fuerza para botarme de un solo empujón. Los diarios con sus historias de violaciones, agresiones a mujeres volaban constriñendo mis pensamientos. Mi abuela cual cuento de caperusita roja me decía en mi cabeza que no debía quedarme a solas con hombres desconocidos, que tratara de llegar temprano a casa y no desviarme del camino. Nos alejábamos más y pasamos por un terreno no pavimentado, con frondosos árboles a los lados ya muy lejos de lo que era la ciudad. El miedo se acrecentaba en mi interior, mientras trataba de que mis habilidades de sigilo hicieran que él no se percatara de mi presencia. Al final el autobús se detuvo, el recorrido había terminado y estábamos en la terminal.
Agarre coraje y me levante, tratando de mostrarme ceremoniosa y madura, pero solo logre decir con un hilo de voz de niña medrosa –Se me paso mi parada y estoy perdida.- El señor me miro sorprendido de mi presencia y un poco angustiado me dijo que ya no habían autobuses que volvieran al centro, pero que lo acompañase. ¿Dónde me llevaría era mi pregunta? Así fue como me llevo a un galpón grande y me hizo acercarme a una caseta en donde había una mujer de edad con lentes que me miro de reojo y pregunto por mi presencia, debía ser la secretaria. El conductor le señalo lo ocurrido y luego con una sonrisa le pregunto a un colega a su lado de cuando el salía y si pasaba por el centro. El colega movió la cabeza, no había forma de volver, esto provoco que mis esperanzas y ánimos se fueran al subsuelo.
Como si nada ocurriera uno de los micreros me invito a jugar un partido de pin-pon, lo que me provoco un poco de alivio ya que desde mi infancia lo juego por lo que me sería fácil y acepte con gusto. La pelota bailaba en la mesa de un lado a otro hasta que uno de los choferes exclamo: - Yo la puedo llevar y dejar en una parada de colectivos.- Las esperanzas volvieron a mí y la alegría fluyo, ahora podría volver a mi hogar.
Así fue como me llevaron y dejaron en la parada de colectivos. Ya creía que todo había terminado cuando a lo lejos veo que se acercan un grupo de jóvenes que parecían bebidos, gritándome a lo lejos improperios que poco oía pero que al estar sola eran como una montaña de pesadumbre. Cuando ya estaban a metros de mí, como un fantasma fugaz aparece un colectivo al cual me subo rápido sin pensar en nada más que en huir. El colectivero era delgado con unas ojeras claramente formadas que le daban un aire lúgubre y de muerte. Empezó a hablar de su familia y de sus hijos a los cuales no podía ver porque su esposa le había puesto un impedimento judicial para que los viese porque el bebía mucho y cuando lo hacía se ponía violento. Después comenzó a preguntarme de mi vida, lo que no tenía muchos ánimos de responder por lo que me había contado recién y por el nuevo miedo que emergía en mí. Su aire y espíritu generaban un ambiente de muerte, el colectivo más que ese transporte parecía un carro fúnebre y yo el difunto que transportaba. Quería bajarme pronto por lo que viendo que ya estaba cerca del centro le pedí que me bajara en una esquina, él siguió preguntando y hablando cosas inverosímiles, yo no aguantaba más aquella atmosfera de aprensión, por lo que con un tono enérgico y un poco entrecortado le exigí que me bajara. Así fue como pagándole rápidamente me bajé y me aleje lo más rápido que pude perdiendo su rastro, al igual como estos recuerdos que se fueron alejando de mí hasta el día de hoy.
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Recuerdos Perdidos de un Viaje en la Ciudad #ReverAwards2017
Short StoryUna joven se sube a un autobús 🚌 en el atardecer, al subir comienza una aventura. Aunque sea una historia bastante breve logra cautivar y mostrar grandes cosas en pocas líneas.