- Ahora, Joven. Explíquenos lo sucedido-. Anunció una voz grave y penetrante que provenía por detrás de un grueso vidrio negro; la habitación cubierta completamente por un blanco reluciente se llenó rápidamente de sordidez y estupor.
El sujeto acercó su boca al micrófono y comenzó a hablar tímidamente:
― Estaba metido en el armario, muy asustado. Los golpes y gritos no cesaban. Sentía como cada golpe imantaba a mí la desesperación y la ira. Apretaba los puños con mucha fuerza, y contenía de igual manera el sollozo. Escuchaba a mi madre, que no paraba de llorar; quería que se callara.― Se secó una lágrima que caía lentamente por su tersa mejilla.― Ella seguía repitiendo que por favor se detuviese, que estaba yo presente; pero no, yo no estaba ahí, no sé qué clase de estupideces dice esa mujer. Estaba escondido, como siempre, esperando a que EL me viniese a buscar. Mi padre seguía repitiendo las mismas frases: "Zorra. Zorra. No sirves para nada. Eres una inútil. Me das asco." Yo siempre escuchaba éstas frases y no las entendía. Si acaso me preguntan por qué, no sabría qué contestar.― Se tomó fuertemente la cabeza con las dos manos y apoyó débilmente los codos sobre la mesa de aluminio que estaba frente a él; la solitaria lágrima cayó sin más.― Mi madre siempre estaba haciendo cosas en la casa. Siempre estaba apurada, iba de acá para allá, nunca paraba. Mi padre siempre volvía furioso, siempre con problemas; debía ser porqué mi madre no le hacía caso en todo lo que él decía. Me harta la gente así. Tal vez si obedeciera sus órdenes, no la golpearía. ¡Es su culpa! ¡Es su maldita culpa!...
― Se detuvo súbitamente y se dijo: ―Me calmo, está bien. Ya estoy tranquilo.
Si me altero mucho, EL siempre me tranquiliza. Cuándo mi madre gritaba mucho, ÉL siempre me tranquilizaba. Cuándo mi padre gritaba mucho, ÉL siempre me tranquilizaba. ¿Qué haría sin ÉL...? Habría renunciado a la idea de vivir hace mucho tiempo ya.―
La voz volvió a insistir tajantemente para que el joven dejara de balbucear. Éste continuó hablando:―Y ésta vez no fue la excepción. Cuando comencé a alterarme, enseguida estaba a mi lado. Me protege. Él me ama, yo lo sé. Secó mis lágrimas y me cubrió con sus largos brazos. Me susurró palabras al oído, palabras que me tranquilizaron. Ya estaba bien, ya volvía sonreír sabiendo que estaba ÉL a mi lado. Pero de repente, la puerta se escuchó. Golpe tras golpe, incesantemente. ÉL desapareció, y un miedo férreo me recorrió fugazmente todo el cuerpo. La puerta se vino abajo y mi padre, esa asquerosa alimaña, entró furioso. Gritaba mi nombre con vehemencia. Daba vuelta los muebles, pero no me encontraba. Entonces se detuvo repentinamente y sabía que me había encontrado. Abrió con estrépito la puerta del armario y me arrastró de los pelos, empujándome contra la pared y comenzó a golpearme salvajemente. De repente se detuvo, y esbocé una sonrisa pícara al ver que ÉL estaba detrás de la asquerosa alimaña.
―¿Por qué hizo esa mueca?― Preguntó la voz nuevamente
Levantó levemente la mirada y contestó agresivamente― ¿¡Por qué!? Porqué ÉL aleja a todos los males. ÉL me protege. ¡Porqué ÉL me ama!
―¡Basta! Continúe... ― Sentenció tajantemente la voz
Dió un extenso suspiro y continuó.― La cara de la alimaña estaba bañada en sudor. Yo apenas lo veía, me había roto la nariz y mi cara estaba bañada en sangre pero podía sentir como el miedo le recorría la piel. ÉL le susurró unas palabras al oído...―
― ¿Qué fue lo que le dijo?
― Nunca lo sabrá... Es un lenguaje que sólo los elegidos entendemos...
― ¿De qué habla? ¿Qué elegidos? ¡Conteste las preguntas!
(Silencio)
― Continúe...
―La bestia se quedó paralizada. Las palabras del dios atentaron contra su juicio, como nada lo había hecho hasta ese momento. Acto seguido, fue despedazado frente a mí. La sangre y las entrañas bañaron la habitación. ÉL suscitó una sonrisa macabra en la oscuridad y me miró penetrante, como si yo siguiese. Pero se escucharon los alaridos de mi estúpida madre, y ÉL se escabulló entre las tinieblas para ir tras ella. Yo corrí tras La Sombra, empapado de sangre; apenas podía ver. Llegué a la cocina y la tenía entre sus brazos, la acariciaba, la besaba. Ella estaba embebida por un terror inasible, apenas respiraba. La sombra me observó penetrante y volvió a sonreír. Luego introdujo lentamente su brazo en el vientre de mi madre y la despellejó frente a mí... ―Lo siento, ya no puedo seguir.―presionando la mesa con fuerza.
―Tienes que seguir. ¡Vamos!
Se abrió una puerta blanca y salió un hombre en bata, acompañado de dos agentes y dijo:
―¡Vamos, tienes que seguir!
―No puedo. Simplemente no puedo.
―¡Continúa!― Y lo tomó con agresividad del brazo izquierdo
―¡No¡ ¡No me toque! ¡Idiota! ¡Ayúdeme! ¡No ve que ÉL está aquí!...
Último registro, datado del 24 de marzo de 2074.
Informe del departamento de Defensa de la U.F.R.D.