Parabatai, un lazo rojo

Unidas

Unidas por un lazo, más fuerte que hierro, casi irrompible, invisible a la vista de todos.

Ellas eran almas unidas, perfectas a la par, estaban destinadas a pelear espalda contra espalda, a vigilar el lugar del otro.

Estaban justas en todo, no eran hermanas, eran más que eso, eran perfectos espíritus con una simetría igual, hechos a la medida del otro, no eran almas gemelas en el amor, pero si en la vida, estaban hechas para apoyar a la otra, como los amigos lo hacen en las buenas y en las malas, pero eran amigas que no solo se apoyaban, sino que pasaban por eso, y sentían el dolor de la otra. 

Sabían sus penas y sus conflictos, sabían cuál era su punto débil, y en qué lugar atacar para matar, solo que ese no era su propósito, este era el de proteger a la otra, como un ángel guardián a su protegido. 

Eran una luz constante para la otra, brillante y fuerte, fija en el firmamento e, incluso después de la muerte, estaba ahí, tal vez el lazo no, pero su presencia sí, porque eran piezas de rompecabezas que encajaban a la perfección. 

Ningún ser mundano podía sentir tal conexión, eran pocos los que la experimentaban, pero aquellos que lo hacían, estaban seguros de que el tesoro de la vida era ese pequeño lazo que los unía. 

Porque su unión iba más allá de un juramento, una ceremonia o una marca permanente sobre su piel, estaban unidas por una fuerza poderosa, capaz de vencer cualquier adversidad, y solo la muerta las puede separar, porque ese pequeño lazo, no solo esta contantemente atado, están grabados es su piel, pegados a sus lenguas y puesto ante el mundo. 

No son personas comunes, aunque nadie dijo de que tenían que ser mundanos, no son hermanas, ni son el amor verdadero, son el parabatai de la otra, como el yin y el yang, saben el bien que hay en el mal y el mal que hay en el bien, almas en perfecta armonía, entrelazadas por vida, su destino era enfrentar la guerra juntas, porque estaban unidas, por el lazo más fuerte que alguna vez existió, la confianza.