"Saludaremos el amanecer... juntos".

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Yo no acostumbraba salir mucho de casa, y la mayoría de veces que lo hacía era para ir a beber un poco al Bar Lácteo. Mi padre era amigo del dueño, el señor Barten, y gracias a ello me dejaban entrar sin ser miembro. Visto así, lo que ocurrió aquella noche parecía ser un milagro concedido por el destino.

Me encontraba adentro, charlando con un viajero que acababa de llegar a la ciudad. Me contaba que se había hospedado en la Posada del Puchero, y hablaba con fervor sobre la belleza de la recepcionista que le atendió. Fue en ese momento cuando alguien tocó la puerta del bar. Una pequeña vocecilla se escuchaba desde afuera, pero era imposible entenderle. Cuando el señor Barten abrió, entonces la vi... Una hermosa mujer de cabello corto, pelirroja y ojos azules estaba ahí. Parecía algo preocupada, pero cuando miró dentro del bar y vio al viajero con el que yo charlaba, su cara se iluminó con una sonrisa. Yo le miraba, absorto por su belleza, mientras ella hablaba con el señor Barten y le entregaba un pequeño objeto. Luego se despidió, volvió a sonreír y hubo un momento en que nuestras miradas se cruzaron, y algo muy dentro me hizo sentir que esa sonrisa era solo para mí.

El señor Barten se acercó a nosotros y le entregó una llave al viajero, y le dijo que tuviera más cuidado, pues se le había caído por ahí, pero por suerte la chica de la posada la encontró y había venido a devolvérsela.

— ¿La viste, muchacho? ¡Es hermosa como ninguna! —dijo entusiasmado el viajero.

— Sí que lo es —le respondí yo con total sinceridad.

Luego seguimos hablando sobre muchas cosas hasta que él tuvo que irse. Pero yo me quedé ahí, pensando, sin poder sacarme de la cabeza a aquella chica y su sonrisa.

A la mañana siguiente decidí ir a la posada. Necesitaba saber más de ella.

Cuando crucé la puerta, lo primero que vi fue a ella detrás de la recepción. Me miró, la miré y ambos sonreímos con complicidad, como si ella supiera que yo vendría y como si yo sabía que ella me estaría esperando.

— Buenos días —dijo ella con su dulce voz— Bienvenido a la Posada del Puchero. ¿Has venido a hospedarte?

— Así es —dije— pero no sé si esté disponible el lugar donde quiero quedarme.

— Pues tenemos varias habitaciones libres. A ver, tenemos la...

— No —le interrumpí— El lugar donde quiero quedarme no es ninguno de esos.

— ¿Eh? ¿Entonces? —preguntó ella, algo confundida.

— Ya lo sabrás, con el tiempo, y si se da la oportunidad...

— Mmm... misterioso. Eres el chico que estaba anoche en el bar, ¿no?

— Sí. Y tú eres la chica que llegó preocupada.

— Sí ja, ja. Esos somos —esa pequeña risa me hizo emocionarme como nunca antes, pero no podía dejarle ver eso. Guardé la compostura, y luego de un breve silencio ella continuó— Entonces si no vienes a hospedarte aquí... ¿a qué has venido?

— La verdad es que... tengo un problema. Y tú eres la única que puede ayudarme.

— ¿Yo la única? ¿Por qué? Y aunque quisiera ayudar, ahora estoy trabajando...

— Entonces cuando estés libre te lo contaré todo.

— Sería hasta las 8:30.

— Bien, entonces nos reuniremos en el lavadero a las 9, ¿te parece bien?

— Bien. ¡Oh, pero cuánta intriga! Ja, ja —otra vez esa risa.

— ¡No faltes!

— ¡No faltaré! Por cierto, mi nombre es Anju.

— Kafei —y entonces volvimos a sonreírnos y abandoné la posada.

El lavadero era un lugar muy bonito. El crujir del fuego de las antorchas, el canto de las ranas y el apacible murmullo del flujo del agua propiciaban una atmósfera tranquila y pacífica. Quería que ella estuviera cómoda.

Cuando Anju llegó, ambos nos sentamos en una banca en la esquina, y debido a su curiosidad, no tardó en preguntarme sobre el motivo de aquella reunión.

— ¿Y bien? ¿Cuál es ese problema con que quieres que te ayude?

— Verás... hay alguien que está loco por ti...

— ¡Oh! ¿De... de verdad? —su rostro se ruborizó un poco.

— Sí. Dice que le encanta tu sonrisa, tus ojos, tu cabello... todo. Pero no sabe cómo decírtelo...

— Creo... que ya sé de quién se trata... —dijo ella mientras me miraba con dulzura.

— ¿Ah sí? ¿Y qué piensas de él?

— Pues... él también me gusta. Y su sonrisa también me ha cautivado...

— ¿En serio? ¡No creí que te gustaran tan mayores!

— ¿Mayores? ¿Acaso tú no tienes más o menos la misma edad que yo?

— Eso creo. Pero yo estoy hablando del viajero de anoche.

— ¿¡Qué!? —el rostro de Anju se sonrojó mucho más que antes, pero lo ocultó rápidamente con sus manos— ¡Ay no, qué vergüenza!

— Anju, tranquila —le dije mientras la rodeaba con mis brazos— Estoy bromeando. Hablo de mí mismo.

— ¡¿Eh?! —levantó su rostro y me vio con ojos sorprendidos. Luego volvió a ocultarlo, esta vez contra mi pecho, mientras me daba suaves golpes con sus puños— Eres un tonto...

— Lo sé — le dije yo. Pero ella en realidad no parecía del todo triste o enfadada. Eso me hizo sentir que no todo estaba perdido. Entonces Anju se separó de mí.

— Esta primera cita fue un desastre —dijo ella— Espero que me lo compenses con las siguientes.

Se dio la vuelta y estaba a punto de irse, pero entonces yo le abracé desde atrás y le susurré al oído "te prometo que lo haré". Y entonces la acompañé de regreso a la posada.

Las citas siguientes fueron fabulosas. Nos reuníamos siempre en el lavadero y nos contábamos mutuamente sobre cómo eran nuestras vidas y qué nos gustaba y lo que no. Anju decía que no le gustaba cuando llegaba el carnaval, porque mientras todos andaban felices celebrando, ella seguía trabajando muy duro, atendiendo a todos los que llegaban a hospedarse en la posada, pues era temporada alta y atraía a muchos turistas. Yo le contaba sobre como al ser el hijo del alcalde, gozaba de ciertos privilegios, y así nos contamos todo lo que teníamos que saber, y poco a poco nuestra relación se consolidó a través de los meses.

Le propuse que nuestra boda fuese el día después del carnaval, para que así ella tuviera al menos un recuerdo bonito de esa época, y ella aceptó encantada.

— ¿Recuerdas hace tiempo cuando fui a la posada por primera vez? —le mencioné mientras estábamos trabajando en nuestras máscaras para la boda— Te dije que había un lugar en el que quería quedarme. Ese lugar... era tu corazón.

— Pues... has estado en él desde que te conocí —afirmó ella con una sonrisa.

Ambos estábamos muy felices. Jamás imaginé que toda esa felicidad podría ser destruida tan despiadadamente, pero un mes antes de la boda, todo fue desgracia tras desgracia...

Un ser extraño y enmascarado me transformó en un niño. Cuando fui a pedirle ayuda a la Gran Hada, un ladrón me robó la máscara. Y ahora que he venido a intentar recuperarla, no he sido lo suficientemente rápido para evitar que la máscara cayera por un agujero sin fin...

El chico de gorro y ropas verdes que me estaba ayudando, tocó su ocarina y desapareció. Me he quedado solo...

En estos desesperanzadores momentos todos esos recuerdos han venido a mi mente. Momentos felices que ya no volverán, y de los que nunca habrá más, pues estoy aquí, atrapado en esta cueva, mientras Anju espera por mí en la posada y esa maldita luna desciende sin parar, amenazando con destruirlo todo... Nuestra boda, nuestro futuro juntos, nuestra felicidad... Todo eso ahora es solo un sueño inalcanzable que morirá con nosotros...

Lo único que se me ocurre hacer es arrojarme por el agujero en que ha caído mi máscara. Así, talvez en otra vida vuelva a encontrarme con Anju, pues en este mundo condenado, mañana ya no habrá un amanecer que pueda recibir junto a ella...

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⏰ Last updated: Jan 01, 2017 ⏰

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"Saludaremos el amanecer... juntos".Where stories live. Discover now