Veintinueve

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El ruido de nuestros pasos nos acompaña mientras seguimos un sendero cercano a la orilla del lago. La situación me recuerda un poco a nuestra llegada a Salem, pero del mismo modo, esta no podría ser más distinta. Recuerdo cómo Emily hablaba y hablaba a pesar de que yo estaba tieso como un palo. Eso, tal vez, me hizo sentir más seguro. Y sin embargo, la chica llamada Basha no abre la boca, aunque me parece oír que de vez en cuando tararea en voz muy baja una canción de Fall Out Boy.

No le veo mucho la cara, porque va unos pasos por delante y porque lleva puesta la capucha de su chaleco negro. Lleva las manos metidas en los bolsillos, aunque creo que no le haría falta, porque la chaqueta de camuflaje verde que lleva debajo del chaleco le va un poco grande. Me fijo en que lleva los tobillos de los pantalones grises mojados, por lo que siento un poco de frío solo de verla. El viento le mece un poco el pelo oscuro cuando la chica se gira unos grados para comprobar que la seguimos. Okura y yo tampoco decimos nada. Es Kedama quien parece sentirse más tranquila; ella va con la lengua fuera y moviendo la cola sin preocupación alguna. Y si no fuese por nuestra bola de pelo, dudo que Basha hubiese abierto la boca.

— ¿Cómo se llama? —La chica se gira de nuevo para mirar a Kedama, y a mí me parece ver el inicio de una pequeña sonrisa en sus labios.

—Kedama. —Okura y yo abrimos la boca casi a la vez, lo que hace que nos miremos de forma cómplice.

—Pues es adorable. —He de contenerme para no contestarle un rotundo "lo sé." —Por cierto, no me he presentado formalmente, me llamo Basha. Y el hombre que os está mirando desde la ventana es Cormac, pero actuad con naturalidad.

Por mis santos cojones, ¿cómo se supone que he de actuar con naturalidad cuando me dicen que un desconocido nos está espiando desde vete a saber dónde?

Okura, que es menos temperamental que yo, asiente con la cabeza y sigue caminando como si no pasara nada. Yo, por otra parte, miro a la cabaña más cercana y noto cómo mi corazón da un vuelco cuando mi mirada se cruza con la de un hombre. Este no se molesta en disimular, puesto que, con ambas manos abriendo las cortinas, nos escruta a Okura y a mí con recelo. Tiene el pelo un poco canoso a pesar de no parecer muy mayor, y varias arrugas decoran el alrededor de los ojos.

—Tranquilos, es solitario y bastante cascarrabias, pero es buena persona. —Basha ni siquiera se detiene a mirar en mi dirección y su seguridad logra brindarme a mí otro poco.

Sigo con la mirada al hombre unos segundos hasta que él suelta la tela, cerrando las cortinas.

El resto del camino transcurre en silencio, cada uno sumido en sus propias cavilaciones hasta que llegamos a nuestro destino.

—Esta cabaña es una de las libres. Podéis quedaros aquí, pero si preferís otra... —Basha parece dispuesta a tomar otro sendero que, según indica un letrero de madera, nos dirige a otras cabañas, a las termas y a la sala de actos.

—Esta es perfecta, gracias. —Responde Okura educadamente, por lo que Basha asiente y nos gesticula que la sigamos.

El camino que lleva a la cabaña es similar al otro, solo que más pequeño, y termina en una estructura de madera levantada sobre un porche digno de un bucólico refugio para esquiadores pijos. Este es uno de los extremos de la isla, y como el resto de terreno en general, esta casa también está rodeada por el pequeño bosque. No tenemos inquilinos a nuestro alrededor, por lo que se puede decir que estamos prácticamente solos en la zona.

El lugar es precioso. La cabaña está situada casi en un pequeño desnivel que da directamente a la orilla del lago, por lo que si me quiero congelar los cojones, sobretodo en invierno, este es el sitio indicado. Y al otro lado del lago, se ven las montañas que lo rodean; yo me sobrecojo un poco, dejándome enamorar por el paisaje y por el sitio en general.

Shadowrunner: Awakening (EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora