Hot-Tales

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Esta historia ha sido creada como parte de mi participación en el Primer Juego de Invierno, organizado por el blog Cuentos Íntimos http://cuentosin.blogspot.com/2012/02/empieza-el-juego-de-invierno.html Agradezco sus comentarios y votos. Este ha sido un verdadero reto, pues no estoy acostumbrada, a escribir cosas largas o mucho menos "íntimas"

Estoy aquí. Envuelta en las sábanas rojas de seda que él mandó traer y colocar precisamente para este día: nuestro décimo aniversario. Debo decir que anoche salí a celebrarlo de mala gana. Desde hace unos años, siento que nuestra vida como pareja se reduce a las presentaciones sociales. Una vida fría y vacía a la que no le queda otro camino que el divorcio.

Así que anoche salimos a uno de los tantos eventos en los que nuestra posición económica y social nos obliga a estar presentes. Me puse mi vestido negro porque sé lo sensual que le parece ese color. Esperaba que lo notara, que me dijera algo, pero no fue así. Estaba muy indiferente. Al parecer, eso ya era costumbre en los últimos días.

Al salir de la gala, tan aburridora que me parecía había durado una eternidad, regresábamos a casa en nuestro coche. Él manejaba callado, concentrado en el camino y yo, sentada en el asiento del pasajero, miraba por la ventanilla, pensaba en lo diferente que había imaginado mi décimo aniversario. Estaba tan absorta que no noté lo diferente que era el camino. No sé en qué momento se desvió, pero terminamos en un paraje bastante solitario y tenebroso.

El coche se detuvo y fue cuando lo pude ver claramente. Sólo había vegetación a nuestro alrededor y un terrible silencio. Me parecía estar viviendo una película de terror. Así que asustada le pregunté:

─ ¿Qué hacemos aquí? ¿Acaso se ha dañado el auto?

Él sonrió, una sonrisa terriblemente maliciosa, extendió su brazo, abrió la guantera y sacó un arma. Mientras mi mente se imaginaba cómo terminaría mi vida esa noche, dije con voz temblorosa:

─Vamos, Camilo, todo tiene solución, no es necesario que me mates.

─¿Y quién ha dicho que te voy a matar?

─Entonces, esa arma... ─ Fue lo único que pude balbucear mientras lo veía sacar de la guantera una tela negra y una cuerda del mismo color.

Extendió la tela hacia mí y me dijo:

─Tápate los ojos, perra….

Viendo el arma que me apuntaba, solo recibí la tela y me vendé los ojos. Sentía un frío que recorría todo mi cuerpo. Me tomó de las muñecas y me ató. Estaba aterrorizada. Es cierto que teníamos problemas, pero si me hubiera propuesto el divorcio lo habría aceptado. Habría renunciado a mi fortuna, pero no era justo morir así. Sentí que una lágrima empezaba a rozarme cuando abrió la puerta de mi lado del coche y me dijo:

─Sal de ahí.

Me ayudó. Y luego me metió en la parte trasera del auto, bajó la parte superior del vestido dejando mis senos al descubierto. Estaba absolutamente desconcertada. Pero un roce frío me interrumpió. Era el arma. Me acariciaba con el arma. Mientras susurraba:

─¡Qué excitante! ¿no crees?

Estaba en shock emocional, no podía contestar, pero me gritó:

─¡Dilo ahora, perra!

─Sí, es muy excitante ─dije ya no asustada, sino confundida y sorprendida por su violencia. Siempre había sido un marido tierno y comprensivo, ¿a qué se debía ese cambio?

No pude seguir pensando. El frío del arma recorriendo mis pechos me detuvo, sentí cómo con la mano que tenía libre acariciaba mi cuello y lo besaba. Estaba muy confundida y empezaba a excitarme. Poco a poco su mano pasó a mi entrepierna. Arrebató mis bragas y sentí otra vez el frío metal de la pistola que jugueteaba alrededor. Sentí que era el castigo por pensar en placer en una situación tan extrema y le dije casi llorando:

─ ¿qué piensas hacer?

Él respondió con una estruendosa carcajada. Dejó el arma de lado y suavemente pasó su mano por mi entrepierna. Me besó los labios. Y bajó a mis senos, y mientras los lamía, sentí cómo sus dedos suavemente me penetraban. Pensé que estaba loca. La excitación en mi fue creciendo. Mi respiración poco a poco se fue acelerando. Sus dedos me penetraban con mayor fuerza, más seguido. Ya no podía pensar en nada. Estaba toda mojada, él me conocía, sabía bien que estaba a solo unos segundos de correrme. Así que aceleró y yo no pude contener un grito de regocijo. Él sólo me susurró:

─Bien merecido que te lo tenías, ¿no?

Me quitó la venda de los ojos. Él tenía el esmoquin negro con que había ido a la fiesta. Se desabrochó el pantalón, lo bajó junto con el bóxer y pude ver su miembro, viril y erecto. Él guió mi cabeza, y lo tuve en mi boca. Estaba tan llena de placer que sentía como si tuviera en mi boca un delicioso manjar. Disfruté de la felación tanto como él. Así que explotó de placer en mi boca. Sé cuánto le gustan esas “cochinadas”. Así que sonreí. Pero él no dijo nada. Simplemente se volvió a vestir, como si nada hubiera pasado.

Cuando los ánimos se calmaron un poco, pensé que me hablaría, pero solo me soltó las manos, me ayudó a arreglarme el vestido, y reemprendimos la marcha a casa. No quise hablar. Esa actitud no era normal en él. Ese hombre que manejaba no era mi marido, era un hombre que no reconocía. Tenía miedo.

Llegamos a casa en silencio. Me adelanté a nuestra habitación y lo que vi me sorprendió aún más. Pétalos de rosa, sábanas de seda roja, velas, música romántica. Cuando él llegó sólo pude abrazarlo y besarlo.

Caímos a la cama e hicimos el amor como locos. Al terminar, exhaustos, me susurró:

─Espero que esto compense la frialdad de estos días. Quería realmente sorprenderte.

Sonreí y lo besé. Dormí tranquilamente, en sus brazos. Segura que todo era una crisis, ya superada. Ahora, él se ha ido al trabajo, yo estoy aquí, acostada en mi cama pensando en la maravillosa noche de sexo que pasamos.

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⏰ Última actualización: May 22, 2012 ⏰

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