¿Qué clase de ropa llevaba la gente a esos conciertos? No estaba seguro que sus trajes de tres piezas fueran a resultar muy acordes, por lo que optó por una camiseta negra de cuello alto y jeans. Agradeció que su madre le insinuara que además lleve su chaqueta de cuero para protegerse del frío. Su imagen era propia de alguien que se estaba esforzando demasiado por encajar en un lugar donde sabe de antemano que no encajará, pero realmente quería intentarlo. Los mensajes con Greg se habían extendido durante el resto de la noche anterior y gran parte del día del concierto, y ambos parecían muy ansiosos por el encuentro. El moreno era pura energía y eso a Mycroft le parecía extremadamente relajante; un complemento que había buscado por mucho tiempo.
A la hora acordada estaba en la puerta del lugar, observando con cierto pánico en los ojos a quienes llegaban en busca de diversión. Definitivamente estaba fuera de su centro, pero debía relajarse y ser él mismo; sólo así podría deslumbrar a Greg. Había cerca de un centenar de personas, y eso lo incomodaba aún más. Por suerte, Greg le había reservado un pase especial, por lo que sólo tuvo que acercarse al guardia de la puerta, comentarle la situación y mostrar su identificación. Ingresó junto a una pequeña parte de la multitud, manteniéndose lejos del escenario para proteger la integridad de su cuerpo. Sabía que en esa clase de conciertos solían golpearse entre ellos, saltando y empujándose para demostrar su fortaleza. Mycroft jamás había entendido por qué hacían eso, así como tampoco entendía por qué sacudían sus cabezas al ritmo de la música, hasta el punto de correr el riesgo de dañarse el cuello, pero tampoco los juzgaba. No podía pretender que todo el mundo fuera como él, y tampoco es que quisiera que lo fuera. Jamás podría enamorarse de alguien exactamente igual a él, porque sabía que se aburriría hasta el hartazgo. Sonrió amablemente al camarero antes de pedir un vaso de whisky y sentarse en la barra. Era mejor quedarse allí, además de que la vista hacia el escenario era perfecta. Había un murmullo de disconformidad generalizado, porque se decía que habían cambiado el repertorio de los últimos cinco conciertos y ya no estaban tocando algunos de los temas clásicos de la banda. Mycroft se sentía algo culpable al no reconocer a Greg, ya que parecía que la banda era bastante reconocida y que tenía un público muy fiel. Al menos tendrían algo de qué hablar cuando por fin pudieran encontrarse.
Cuando los beneficiados fanáticos terminaron de ingresar al recinto, las luces se apagaron y la multitud enloqueció. Comenzaron a corear el nombre de la banda, y Mycroft sólo podía sonreír. Ésa era la mística del rock que el pelirrojo no podía comprender, pero que tanto deseaba conocer; claramente la música clásica no producía esos desbordes de adrenalina ni esa fuerza que estaba percibiendo a su alrededor. La ansiedad se percibía en cada uno de los rostros de los presentes, anhelando poder compartir el espacio con las personas que tanto admiraban. Y definitivamente jamás podría explicar lo que sintió en su pecho cuando los primeros acordes explotaron a su alrededor.
Las luces se encendieron y le permitieron divisar a Greg. Estaba extremadamente desprolijo, pero aún así guapo; debía aceptarlo. Llevaba unos pantalones de jean negros con diversos agujeros, que provocaron en Mycroft un leve sonrojo; una camiseta sin mangas y algo estirada que dejaba ver sus formados brazos y borcegos, acentuando sus pisadas a lo largo del escenario. Tenía algunas cadenas colgando de sus jeans y pulseras de cuero en sus muñecas, típico accesorio que definía al estereotipo del punk. Sin embargo, su cabello no estaba en punta, como se esperaría; por el contrario, lo llevaba repeinado hacia atrás, fijado con gel. Mycroft no entendía por qué, pero le pareció lo más bello que había visto en su vida. Y al parecer, no era al único. Las mujeres gritaban cada vez que el moreno hacía algún movimiento seductor con sus caderas o sacaba la lengua, en un gesto de concentración mientras tocaba. Greg iba y venía de aquí para allá, interactuando tanto con los fanáticos como con sus compañeros. Sonreía, saltaba, cantaba; se lo veía en todo el resplandor de su gloria, como si estuviera tocando el cielo con las manos. Todos coreaban las canciones, ayudándose con las palmas en los momentos en los cuales el cantante se los pedía o al terminar cada una de ellas. Era toda una fiesta, y Mycroft agradeció poder ser parte de ella.
Bebió otro vaso de whisky mientras movía su cabeza y sus pies al compás de las canciones. Eran pegadizas, y realmente llenaban de energía. Sonrió cuando los ojos de Greg se posaron en los suyos, sintiendo una fuerte descarga que nacía en la boca de su estómago y se expandía por todo su cuerpo. Poco a poco la música se fue apagando para él, y sólo podía observar al moreno, perderse en su suave sonrisa, que parecía ser dirigida a él en ese preciso instante. Era guapo, no podía negarlo. Y tras cada segundo, le parecía más y más encantador. Mycroft jamás se había interesado así, tan profundamente, tan espiritualmente. Quería conocer los más recónditos rincones de Greg Lestrade, costara lo que costara.
No supo en qué momento las luces se encendieron nuevamente. Toda la banda estaba al borde del escenario, saludando a los fans desde allí. Parpadeó repetidas veces para salir de su ensueño, buscando al objeto de su interés. Él lo saludó agitando su mano en el aire, para luego buscar su móvil y explicarle entre señas que le escribiría. Apenas bajaron del escenario, el pelirrojo sintió que su dispositivo vibraba. Era un breve mensaje en el cual Greg le pedía que se quedara. Mycroft rió entre dientes. Por nada del mundo se iría de ese bar.
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El muchacho lo presentó a los miembros de la banda y luego se lo llevó a un rincón del bar, pidiendo cerveza para ambos, tomándolo de la mano con orgullo, sin pensar en soltarlo. La conexión entre ellos era exquisita. Mycroft creyó que tendría que sacarle las palabras al moreno con pinzas, pero la verdad es que se sorprendió cuando la charla se dio sin necesidad alguna de silencios incómodos o preguntas vacías. Greg quería saber absolutamente todo de él, y era notorio que su interés era real. Ambos se sentían muy cómodos en presencia del otro, robándose discretos roces de las manos, sentándose cada vez más cerca; cruzando una pierna en el regazo de su acompañante sin pedir permiso, porque era más que claro que todo iba bien. Para cuando volvieron a observar el reloj, habían pasado 3 horas. Sin embargo, no querían separarse. Greg comentó al pasar que su piso no quedaba muy lejos; Mycroft se mordió el labio brevemente antes de aceptar su invitación.
El viaje en motocicleta sólo acrecentó la necesidad de contacto. Las piernas del pelirrojo apretaban con fuerza las del conductor, robándole discretos gemidos. Mycroft tenía la nariz hundida en el cuello de Greg, asustado por la velocidad, intentando concentrarse en algo ajeno a los edificios que parecían esfumarse a su alrededor. Sus brazos lo rodeaban, en parte por el miedo, en parte por la necesidad de sentirlo propio. Agradeció silenciosamente cuando sus pies tocaron tierra firme de nuevo. Greg lo tomó de la mano y lo llevó hacia el interior del ascensor, acariciando su mejilla suavemente con el dedo índice cuando las puertas se cerraron. Mycroft tragó saliva, cerrando los ojos, inclinándose ante él y esperando lo inevitable. Sus labios se unieron con cierta torpeza, dejando en claro que el pelirrojo no era ningún experto en el tema. La ternura invadió al mayor, apegándolo a su cuerpo mientras le enseñaba a su compañero cómo le gustaba ser abordado. No tenían prisa por llegar a más, simplemente deseaban saber que ése era el lugar correcto para descansar, después de haber buscado tanto.
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The Prettiest Star
FanfictionGreg Lestrade es la estrella punk más grande del momento. Mycroft Holmes es el futuro de la música clásica. ¿Podrán el agua y el aceite unirse, después de todo? Dedicado a MiraHerondale, espero sea un bonito regalo de cumpleaños ❤