Prólogo

2K 146 16
                                    

—¿Si le gusto? —preguntó un adolescente de cabellos rojizos llamado Michael—. No lo se, ella para leyendo en clase, apenas me mira, no creo que se fije en mi en algún momento.

—Eres un cobarde. —interrumpió Tony.

—No pierdas oportunidades Michael. —añadió Frank—. Por ejemplo a mi hermana le costó toda la secundaria para tener novio y al final terminaron al tercer mes. —rió el castaño.

—Pero al menos lo consiguió.

Los tres jovenes que se encontraban sentados voltearon y vieron al "jefe del grupo" por asi decirlo, alto de cabellos castaños oscuros, tenia barba con un poco de canas, era mucho mayor que sus amigos, pero aún asi se llevaban bien entre ellos. Habló tono serio, sonrió de lado, acomodó sus gafas negras y continuó hablando.

—Algún día todos se van a enamorar, yo que ya lo viví les digo que es algo horrible. —fue sarcástico.

—Mas horrible que su ¿ceguera? —preguntó el adolescente.

—Si Frank, mas horrible que eso. —añadió—. Pero no te preocupes Michael, cuando lleguemos a Nueva York todo sera distinto nos divertiremos.

—Sobre Nueva York... —dijeron los tres al mismo tiempo.

—No puedo verlos, pero como sonó lo que acaban de decir estoy seguro de que algo malo pasa. —dijo preocupado el ciego.

—Sabes que somos de la selección juvenil de basket. —dijo Frank.

—Y se supone que el campeonato iba a ser de esta semana a la otra... —interrumpió Michael.

—Pero empezara esta semana. —concluyó finalmente Tony—. Ademas no creo que nadie haya comprado los pasajes...

—¡Yo lo hice! —dijo el discapacitado.

—Y yo... —añadió Frank.

—¡Frank Winn! —gritó una joven de cabellos castaños oscuros poco ondulados, ojos marrones y tez blanca quien iba corriendo hacia el lugar en donde los jovenes y el hombre se encontraban, al parecer estaba furiosa, pues iba a regañarle a su hermano menor.

—¿De quién carajos es esa voz? —preguntó el hombre.

—Esa es Audrey, mi hermana mayor. —hizo una mueca—. Acaba de venir... De visita.

—¡Dios Frank! Te estaba buscando en todas partes ¿dónde rayos estas? ¿No escuchas o que? Te estaba llamando.

—Estaba con mis amigos... Le dije a mamá y la batería del teléfono se acabó...

—Estaba conmigo.

La voz ronca hizo que la joven voltee a ver al hombre sentado, con un bastón entre sus manos, ella lo miró de arriba hacia abajo y se acercó, parecia que él la veia a traves de los lentes negros... Pero en realidad no la veía.

—¿Usted es?

—Jeffrey.

—Audrey. —estiró la mano, pero no hubo respuesta.

—Hubo un silencio... ¿ella estiró la mano? —preguntó.

—Si. —dijeron los tres adolescentes.

—Soy ciego Audrey. —sonrió mientras se sacaba los lentes. Ella no sabia si la mezcla de verde oscuro con marron claro eran producto de su ceguera, pero a simple vista no parecia un discapacitado, mas bien, parecia que tenia los ojos mas bonitos que uno podia poseer. Ver que él estiró la mano para que aceptara sus disculpas la sacó de sus pensamientos, y solo respondió a su saludo—. Entonces ¿no hay viaje? —se dirigió a Frank.

El pequeño Frank de quince años miró a su hermana y ella lo miró confundido.

—Mi hermana lo acompañará. —Audrey volteó y lo vió incrédula, él la jaló y se acercó a su oido.

—¡Que haces! —chilló ella por lo bajo.

—Ese viaje significa mucho para él, quiere divertirse. ¡No ha salido de este vecindario en años! —dijo él en tono bajo—. Dale ese privilegio ademas, si vas te puede pagar con una buena recompensa y yo te dejaré estudiar, no jugare con el PlayStation hasta tarde, te dejare tranquila. —sonrió—. Déjalo vivir, déjalo sentir.

Audrey volteó a ver a Jeffrey una vez mas, y veía que su hermano tenia razón. Tenia que dejarlo sentir.

—Yo iré señor. —añadió ella.

—Una niña malhumorada me va a acompañar... Genial. —fue sarcástico.

—Tengo veintidós años, no soy ninguna niña. ¿Va a querer ir o no? —preguntó de mala gana.

Jeffrey se puso de pie, haciendo que Audrey quiera ayudarlo pero su hermano la sostuvo.

—Esta ciego... Puede caerse... —le susurró a su hermano.

—Créeme, es mas astuto de lo que crees. —susurró el menor.

—Bien... Audrey, mañana a las siete. —dijo mientras daba tres pasos hacia la izquierda, dando a entender que se apoyaría en el gran árbol que ahi había.

—Y que pasa si no voy a las siete. ¿Cómo sabrá para empezar que son las siete?

—Nunca subestimes a un ciego. —sonrió.

En el Azul, pintado de Azul «Jeffrey Dean Morgan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora