Capítulo 1

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     Érase una vez un país en el que no existía la navidad. Realmente, antes sí había existido, pero un malvado se encargó de eliminar hasta el más leve recuerdo de ella...

¿Dónde estaba este país, pues? Podría decirlo así, sin más, pero os quedaríais como "sí, claro. Por supuesto. ¿Y ahora qué?" de modo que, para que esto no ocurra, os contaré la historia de este pequeño mundo a través de las experiencias vividas de los hermanos Paula y Carlos, a quienes tuve la suerte de conocer. Seguro que así lo comprenderéis todo mejor. Comienzo.

Estaban a punto de comenzar las vacaciones de Navidad, y en casa de Paula y Carlos reinaba un ambiente
festivo. Todos estaban muy ocupados llenando el salón de adornos navideños; bueno, todos no, porque el gato, llamado Cosquillas pues tenía muchas, estaba durmiendo tan plácidamente en el sillón de la salita de estar, con la espalda sobre la tela y las patas hacia arriba. Hacía poco que pertenecía a la familia, pero ya se comportaba como si fuera el dueño absoluto de la casa. Básicamente, se libraba de colocar adornos porque era un gato y los gatos no saben hacer eso; de lo contrario ya lo habrían obligado a ayudar.

El caso es que Paula y Carlos estaban ayudando a sus padres a poner los adornos, cuando de repente sonó el timbre de la puerta. La madre corrió a abrir: Era el cartero, que traía tantas cartas que no se le veía la cara. La madre le dio las gracias, y tras coger todas las cartas y despedirse, cerró la puerta.

En cuanto puso los sobres en la mesa, todos empezaron a abrirlos; había cartas para toda la familia, incluso una de la clínica veterinaria para Cosquillas, deseándole una feliz Navidad.

Mientras Paula abría su carta, miró distraídamente hacia la puerta de entrada, y distinguió algo rojo y brillante en el suelo. Como era muy curiosa, se acercó para ver qué era, y descubrió que se trataba de una carta roja pequeñísima, con lacre dorado que la sellaba y un pequeño brillante encima.

- ¡Paula! ¿Qué haces ahí?

Era Carlos. De pronto se encontró agachado a su lado.

- ¿Qué es eso?

- Shhh. - Paula no sabía por qué, pero algo le decía que sus padres no debían enterarse de nada, de modo que bajó la voz -. Es una mini-carta. Estaba aquí, tirada en el suelo.

- ¿Y de quién es?

Paula miró el remitente, escrito con unas letras de caligrafía espléndidas:

"Su Majestad Sin Nombre, Quién Sabe Dónde"

Incrédula, le dio la vuelta a la carta y leyó el destinatario:

"Don Con Nombre Desconocido, Quién Sabe Dónde".

Más incrédula aún, miró a Carlos, que a su vez la miró a ella. Estaban pensando lo mismo: Aquello les sonó a broma.

- Esto... vale... ¿No se habrán equivocado? ¿Y si esta carta no es para nosotros? – Preguntó Carlos.

- Está claro que no – respondió Paula -. Pero ¿para quién es? Los nombres son los más raros que he visto en mi vida...

- Yo creo que ni existen, eh – puntualizó Carlos -. Porque a ver, "Don Con Nombre Desconocido"... ¿eso qué es?

- Ya. ¿Sabes? Lo más probable es que fuera del cartero. Quizás su hijos se la dieron como "broma de Navidad" o algo, y a él se le cayó al venir aquí.

- Sí... - Carlos no sonó muy convencido –. Pero no sé.

Se produjo un silencio incómodo.

- ¿Tú crees... que deberíamos abrirla? – Preguntó Carlos, indeciso.

- Como abrirla, no – respondió muy segura Paula -. Pero... no es malo echar un vistazo, ¿no? Al fin y al cabo, no se trata de nada serio, es una broma.

- Tienes razón.

Paula rasgó la carta en un segundo y desplegó el papel que se encontraba en el interior: Era de un color amarillento, y estaba escrito con las mismas letras del sobre. Sin embargo, solo incluía una posdata:

"P.D.: Te recuerdo que, para poder entrar en Quién Sabe Dónde, debes dirigirte al Bosque Nobel y pasar por el Hueco de la Vida."

Paula y Carlos se miraron de nuevo; aquello cada vez tenía menos sentido.

- Una broma, sin duda – concluyó Paula.

Plegó hábilmente la carta y la introdujo de nuevo en el sobre. Luego se incorporó y se dispuso a irse.

- Bien, sigamos con los adornos...

- Espera, Paula – la retuvo Carlos -. ¿Y si es verdad y ese lugar "Quién Sabe Dónde" existe?

Paula lo miró sorprendida.

- Pero si hace apenas unos minutos decías todo lo contrario...

- Ya, pero... No sé. Es raro, me da la sensación de que debemos ir allí. – Paula iba a replicar, pero Carlos continuó -. Tengo una idea: el bosque está muy cerca de aquí, podemos ir mañana por la mañana, temprano, para que no nos pillen.

- Eh...

Paula sabía que su hermano iba a ir aunque ella se opusiera a acompañarle. De repente se mostraba muy entusiasmado con el tema. De modo que, como se sentía mal dejándolo solo, no tuvo más remedio que aceptar.

- Está bien... Pero volvemos enseguida, no vaya a ser que mamá y papá se preocupen.

Una Navidad robadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora