Capítulo 3

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- ¿Pero qué...?

Era una esfera de plástico verde, aproximadamente igual de grande que la palma de su mano. Paula la cogió, y entonces se dio cuenta de que era el juguete preferido de Cosquillas, quien no se separaba de él ni para dormir; parecía como si lo estuviera custodiando.

- Si tiene que ver con ese gato, no será nada bueno... - murmuró Paula para sí.

Se acercó la esfera a la cara para observarla detenidamente, y en ese momento se dio cuenta de que había personas allí dentro: algunas se movían, pero la gran mayoría no. Paula se sobresaltó tanto que tiró la esfera al suelo violentamente, y esta se abrió por la mitad. Las "mini personas" quedaron desperdigadas en el suelo, y sólo una habló, aunque con voz terriblemente cansada:

- Buenos días, súbdita del Otro Mundo. Soy Su Majestad Sin Nombre. Gracias por liberarnos.

- ¿Quée? ¿Cómo la carta? ¡Entonces existís de verdad! - exclamó Paula, desconcertada.

- Me temo que te refieres a la carta que nos hizo a escribir a mi ayudante y a mí el Malvado Felino - suspiró el rey -. Y sí, existimos de verdad, aunque no por mucho tiempo... el último niño que creía en la fantasía de la Navidad ya no lo hace... y esa era nuestra única fuerza que nos permitía seguir viviendo. Bueno, quizás sea mejor que te lo explique; me parece que nos puedes ayudar.

Paula asintió efusivamente y se dispuso a escuchar al rey.

- Verás, antes, nuestro país se llamaba el País Fantástico de la Navidad. Esta fiesta se celebraba durante todo el año, y vivíamos felices. Además, teníamos un trato con los pájaros que anidaban el hueco del árbol, la entrada a nuestro mundo. De modo que nosotros les cuidábamos los huevos y ellos nos ofrecían protección.

El rey hizo una pausa en la cual adquirió un aire melancólico. Luego prosiguió:

- Todo iba bien... Hasta que llegó el Malvado. La estirpe de los Malvados se alimentan de fantasía, y se hacen fuertes cuando absorben toda y a su alrededor no queda nada. Ese Malvado se presentó un día en la corte, habiendo sorteado las defensas del hueco, y me pidió que le otorgara el puesto de rey. Yo, por supuesto, me negué, y ahí es donde empezaron las complicaciones: Al cabo de unos días mis súbditos empezaron a enfermar; tanto fue, que nos vivos incapaces de mantener una Navidad perenne. Ni siquiera caduca. Desapareció por completo. Y tras esto - hizo un esfuerzo por continuar -, tuvimos que cambiar el nombre del país, puesto que ya no era fantástico ni había Navidad. Pasó a llamarse "Quién sabe dónde", porque nadie parecía percatarse siquiera de que estábamos ahí. Mis súbditos y yo también cambiamos de nombre; ya no éramos lo que habíamos sido. Después de un tiempo, incluso tuvimos que romper el pacto con los pájaros, quienes no volvieron a poner sus huevos en nuestro hueco del árbol.

<< Más tarde, el gato Malvado se presentó de nuevo en la corte, dispuesto a gobernar. Nos metió a todos en una esfera de plástico para mantenernos controlados día y noche, pero se dio cuenta de que no había consumido suficiente fantasía: aún seguíamos con fuerzas. De modo que se dedicó a ir de casa en casa, siempre llevando la esfera consigo y acabando con la fe en la fantasía de los niños, hasta que llegó a la última. Por lo visto, los niños en ella eran más puros y le costó salirse con la suya... Hasta que hoy lo ha conseguido.

Parecía que el rey se fuera a desmayar de un momento a otro.

- ¡Espera! - exclamó Paula -. ¿Cómo puedo ayudar?

- La única opción sería llevarnos a nuestra casa... al hueco del árbol. Entonces tendríamos fuerzas para derrotar al Malvado.

- ¡Eso es fácil!

Rápidamente, la chica se metió en los bolsillos a todos los ciudadanos del País Fantástico y se apresuró a llegar al árbol. Pero justo cuando ya distinguía el roble en la distancia, el gato apareció.

- ¡ESO NO TE LO PERMITO!

Y, con un maullido que parecía más bien un rugido, se abalanzó sobre Paula. Seguramente la habría derribado de no ser por Carlos, quien sorprendió tanto al gato que lo hizo detenerse en seco.

- ¡A ella no!

- ¿Carlos? - murmuró Paula.

- ¡Puedo no creer en la fantasía, pero sigo siendo tu hermano! ¡Y no permitiré que es gato te haga daño!

- Pero qué le ha picado... - repuso el gato, con el pelo erizado.

Entonces Carlos arremetió contra él y lo acorraló junto a un árbol.

- ¡Rápido! - le apremió el rey a Paula desde su escondite del bolsillo.

Esta salió de su estupor y se encaramó al árbol del hueco para poner a toda la corte allí.

Cuando el último súbdito estuvo en el hueco, Paula suspiró aliviada. Ya solo faltaba que...

- ¡CUIDADO!

¡El gato estaba a punto de meter la garra en el hueco! Sin embargo, en el último instante, un rayo de luz surgió del árbol. El gato abrió mucho los ojos y desapareció en medio de una nube de polvo plateado.

Paula miró al rey, sorprendida, y lo descubrió con un pequeño palo en la mano, cuya punta aún brillaba levemente; seguro que el rayo lo había producido él. Acto seguido, observó a Carlos; su hermano había sido muy valiente.

- Ven aquí - le dijo.

Carlos le hizo caso, y al situarse junto a ella se fijó, para su estupor, en las "mini personas" sonrientes del hueco del árbol.

- ¿Vosotros sois... los de Quién Sabe Dónde? - preguntó tímidamente -. Siento haber negado vuestra existencia.

Todos asintieron, y el rey añadió, abriendo los brazos:

- ¡A partir de hoy este mundo se volverá a llamar País Fantástico de la Navidad! ¡Porque la Navidad ha vuelto a él al igual que la fantasía a los niños que el Malvado robó!

- Ejem, ejem... Su Majestad de La Luz - dijo de pronto el súbdito que estaba situado más próximo al rey -. Demos irnos ya... Hay muchas cosas que hacer en el reino para que vuelva la Navidad.

- ¡Oh, tú debes de ser Don Con Nombre Desconocido! - saltó Carlos, emocionado.

- Ejem, sí... pero en verdad me llamo Don Sol Naciente.

- Bueno, estoy de acuerdo con mi fiel ayudante en que nos debemos ir ya - dijo el rey -. Muchas gracias por todo, amigos. Sin vosotros ahora no estaríamos aquí.

- No hay de qué - respondieron Paula y Carlos al unísono.

- ¡Nos veremos muy pronto!

Todos los habitantes del reino desparecieron, al igual que el gato, solo que en medio de una nube de polvo dorado en vez de plateado.

Carlos y Paula se quedaron solos. A parte de ellos, en el bosque no había nadie. Solo se escuchaba el sonido del viento entre las hojas de los árboles. Al cabo de un rato, Carlos rompió el silencio:

- Hum... Esto ha sido... curioso.

- Ya.

- ¿Dónde crees que estará el gato?

- No lo sé - contestó honestamente Paula -. Pero te puedo asegurar que ha desaparecido para siempre.

Ambos miraron al cielo; estaba muy bonito aquella mañana navideña.

- Será mejor que volvamos.

- Sí.

Paula y Carlos se dirigieron a la salida del bosque.

En pocos segundos, el escenario de los hechos quedó desierto.

Un gorrión revoloteó distraídamente cerca del hueco del roble centenario; muy pronto se convertiría de nuevo en nido.

Una Navidad robadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora