¿Quién eres Vegita?
Se presenta a si misma como una guerrera de élite, nacida con una fuerza privilegiada en cuna real. Mientras la veo entrenando, descargando el alma en cada golpe imposible, veo el balance perfecto de fuerza, destreza, precisión, astucia y poder. En otras palabras, una máquina mortífera. La demonio que había llegado a amenazar la vida terrestre, una leviatán que tanto terror causó en Namekusei, una mente fría, una figura intimidante, un corazón lleno de orgullo; Una representante descorazonada de la utopía Saiyajin.
Pero debajo de la princesa, fuera del entrenamiento, encontré a otro ser. A la mujer atormentada.
De niña le fue arrebatada su infancia. Creció lejos de todo contacto familiar criándose en las filas de la tirana de Freeza(Freezer). Se le inculcó violencia y crueldad para desenvolverse en un mundo plagado de hostilidad. Se le enseñó que sólo tenía un significante valor si era eficiente para matar, esa era su utilidad en la vida, aniquilar. El ejemplo que adoptó de sus superiores fue la distorsionada obtención de la lealtad, la amistad y el respeto, sólo ganado por medio de la fuerza bruta y el sometimiento de los más débiles. Nunca se le mostró otra perspectiva de vida o siquiera un camino más benigno. Desde muy pequeña se le forzó a adaptarse a un mundo corrupto y perverso. Finalmente terminó modelándose, emocional y mentalmente, para sobrevivir a ese infierno destructivo y valerse de su orgullo para no ser pisoteada. Fue un tronco que creció torcido desde su raíz.
¿Cuantas veces atentaron y apedrearon su lado afectivo como para que ésta quedara permanentemente reprimido?
Y ahora esta varada dentro del terreno mas virgen que habría pisado en su vida: La sociedad convencional. Dónde el trato es por ley amigable y se despliega de interacciones cordiales.
Vegita ahora es disfuncional. No confía en nadie, pues nadie jamás le ha enseñado a confiar. Es socialmente retraída y desacomodada. Un arróz negro.
Al principio, me parecía cómico ver a la saiyajin poderosa y malvada adaptándose a la vida terrícola, ahora, me parece dulce verla desenvolviéndose en, lo que denomino, la cara benévola y amable de la vida.
Recuerdo hace tiempo, cuando Vegita sugirió trasladar las almas de Gakunh y Krilan a la tierra para revivirlas, yo le dije "Esa es una brillante idea", como respuesta se limitó a bajar la mirada. Ante un cumplido su reacción es modesta y callada, muy opuesta a su arrogancia altanera.
Cuando llegó a la tierra y le pedí que tomara un baño,mostró la misma reacción. Bajar la mirada y limitarse a obedecer. Nadie había tenido una cortesía hospitalaria hacia ella.
Cuando le pregunté cómo había dormido, cuando le dije que había hecho un trabajo estupendo mientras le enseñaba a leer, cuando mencioné que la ropa casual le ajustaba bien; Su respuesta fue la misma, una mirada a la punta de sus botas.
Mientras mas la miro, mas alentado estoy por de mostrarle esa cara benévola y amable de la vida. Tenderle mi mano y rescatar a la mujer atormentada.
El problema es que, a lo largo de este tiempo, tenia un freno constante, evitaba cualquier contacto, especialmente el físico. Según había leído en un artículo, la mejor manera de formar lazos es por medio del contacto físico: Un abrazo, una palmadita en la espalda, estrechar las manos...un símbolo de confianza. Así que me puse algo creativo para derribar ése muro.
Después del entrenamiento la vi estirando sus brazos, intentando deshacerse de un dolor en la espalda. Tras preguntarle, me respondió que no me metiera en sus asuntos. Yo la ignoré (Como ya era costumbre) y le pedí que se quitara la armadura. Al principio dudó, pero la persuadí con el cuento de que haría algo que sería benéfico para su rendimiento en combate; Entonces me obedeció. Le pedí que ahora se sentara, se relajara y confiara en mi. Tras decirme que no haga una imprudencia, me dirigí a su espalda y coloqué cada palma sobre sus omóplatos. Entonces, dio un brinco, tensó los músculos, se le erizaro el pelo y se ruborizó en varias tonalidades . "Que haces?" me preguntó de un gruñido. "Te daré un masaje para quitarte tu dolor de espalda" Le contesté. Fui presionando en círculos con mis nudillos y pulgares a lo largo de su columna. Trataba de tragar mi miedo, estaba aterrado, me jugaba ambas manos, pero me esforcé por ganarme un oscar, al actuar seguro y natural.
Sentía pequeños bultos de estrés acumulados a lo largo de los años bajo la piel de su esculpida y delgada espalda,y a medida que mis manos pasaban a aliviarlos, sus manos se aferraban a sus rodillas, notaba un cuerpo ansioso, en estado de alerta y una presión sanguínea acelerada. No esta acostumbrada al tacto físico, si no es por medio de golpes y patadas. Entonces fui suavizando con el toque mas gentil que podía dar, conforme mis manos se desenvolvían sobre su cuello y a lo largo de su espalda. Noté como los omóplatos se ablandaban, sus uñas ahora se hundían en sus rodillas y su cuerpo se relajaba.
"Apuesto que es la primera vez que alguien te da un masaje" Le dije, y contestó como mejor sabía hacerlo, bajando la mirada en silencio.
A partir de esa semana, se desencadenaron pequeños y sutiles roces entre manos, meramente "accidentales" (muchos de ellos yo mismo los provocaba), me producían una placentera sensación de escalofríos en el cuello que me ruborizaban. No estaba muy seguro si ella percibía atraves de sus guantes blancos alguna sensación de tacto con la yema de mis manos, pero nunca la escuché quejarse.
Me di cuenta que mi intención había tenido consecuencias, pero no en ella, si no en mi.
Fue esta tarde, en la piscina. Sentí una presencia tan inconfundible y dominante que amenazaba mi alma debajo de mi piel.
Torpemente dejé caer mi toalla y fue ella quien se agachó a recogerla del piso para entregármela en la mano. Sentí esa fuerte sensación de ser consumido por una mirada. Un par de fríos e intensos ojos negros estaban atentos a mi. Mi corazón bombeó mas rápido y fuerte de lo normal y mi respiración se aceleró... Ahí la vi, observándome, con la expresión séria a medio paso de mi, sus cejas inclinadas hacia dentro, sin mover un sólo músculo de su rostro. Los ojos de la saiyajin despiadada, de la mujer atormentada que creció en las filas de Freeza y el arroz negro que desentona en la sociedad. Los tres, y al mismo tiempo, ninguno se reflejaba en esa mirada.
Fui yo quien miró al piso al sentir sus dedos sin esos guantes blancos haciendo contacto con mi palma. Tenía el bañador ajustado al cuerpo y el pelo goteando pegado a mi cara. Me acerqué a ella, sin dejarme intimidar bajo ese hielo que emanaba de sus pupilas. Noté, por primera vez, que en esa mirada escondía la cara afectiva, una que podían despertar sentimientos puros. Le di las gracias mientras levantaba la mano y con mi dedo en alto toqué la punta de su respingona y pequeña nariz.
¿Quién eres Vegita?, junto a ti me despido del sentido común y me siento fuertemente atraído a jugar con fuego. Me sacas suspiros y me ruborizas. Me intimidas y me cautivas. Me estoy enamorando de ti.