Miraba atentamente la tablilla de los gustos de helados para elegir dos de ellos, había decidido elegir, esta vez, un licuado en lugar de un cucurucho.
—Elijo... dulce de leche y crema oreo por favor —dije.
—Okay—contestó sonriente la heladera y vi atentamente cómo colocaba una bocha de cada gusto y leche dentro de una batidora, en un instante tuve el licuado en mis manos; salí de la heladería y decidí ir a dar una vuelta para despejarme; iba caminado y tomando mi licuado cuando veo una belleza estacionada, una Bleinston del '97, una moto clásica, una de mis favoritas.
—Guau... —dije para mí misma. Sin pensarlo me senté en ella. —Qué belleza... me encanta —dije mientras tocaba el manubrio. Mi padre jamás, nunca en la vida me compraría una moto porque piensa que son muy peligrosas, si claro...; tal vez está convencido de eso porque su hermano menor, hace cinco años, quedó invalido a causa de un accidente de moto, mi tío Gabriel, al que adoro, durante una noche lluviosa no tuvo mejor idea que ir a buscar a su novia y en el transcurso un auto chocó con él, dejándolo un mes en coma. Luego de despertar mi papá tuvo la dura tarea de informarle que no iba a volver a caminar nunca más y mucho menos iba a volver a subirse a una moto. Tales noticias lo desgarraron, su bendita novia, toz, sarcasmo, toz, lo dejó y se sumió en una depresión por 3 años. Esa noche fue oscura para ambos, fue la noche que desgracio mi vida, en solo un instante se desmoronó, pero no quiero tocar ese tema ahora. Mi punto es que junto con mi papá los dos pudimos salir adelante yendo a psicólogos, mi tío fue a psiquiatras, nos hicieron ver que la vida no terminaba ahí y de a poco fuimos saliendo de ese pozo en el que nos encontrábamos. Tal vez fue desde ese momento que mi tío Gaby y yo nos volvimos tan unidos. Hoy es otro hombre, estudia una carrera universitaria y se encuentra a la mitad de ésta, Ingeniería Mecánica, lo veo feliz y me alegro mucho por él. En cuanto a mí, pues con veinte años, todavía no sé a qué dedicarme, luego de lo sucedido, digamos que mis prioridades cambiaron.
—Muy linda... —escuché que alguien decía a mis espaldas.
Sin comprender me di vuelta y me encontré con unos ojos verdes, hermosos debo reconocer.
—¿Perdón...?—pregunté indignada.
—La moto, digo... —dijo con una sonrisa en su rostro.
—Ahh—y volví a ver la moto. —Claro, si es una moto clásica del '97, una Bleinston —dije sonriendo y observándola como si fuera el objeto más hermoso y valioso que mis ojos hayan visto. Me di vuelta nuevamente y vi al chico con una sonrisa que mostraban sus perfectos dientes y sus ojos estaban muy abiertos, mostrando ¿sorpresa?
—¡Guau! —exclamó. —¿Te gustan las motos? —preguntó con ambas cejas levantadas.
—¡Me encantan...! —exclamé bajando de ella. —Lástima que no puedo tener una... —dije sin la intención de que el individuo que se encontraba frente a mi me escuchara, pero lo hizo.
—¿Por qué?...digo si se puede saber—preguntó el joven, al cual pude ver mejor y con mayor detenimiento de frente, era varios centímetros más alto que yo, morocho y un... poco, sólo un poco... atractivo pero nada más.
—Es una larga historia... preferiría no tocar ese tema, además no te conozco —contesté de repente.
—Bueno disculpame sólo intentaba ser amable —me dijo borrando esa sonrisa que de repente extrañé. ¡¿Qué?! ¿yo dije eso? No me hagan caso, debe ser el calor que me hace pensar incoherencias.
—Bueno nadie pidió que te metieras ¿está bien? —dije frunciendo el seño y mirando para todas las direcciones.
—¿A quién buscás? —preguntó, ignorando totalmente lo que había dicho.
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Dejame ser tu cura
RomanceMarysol Bustamante lo ha tenido todo, materialmente hablando, pero sufrió mucho cuando su madre la abandonó, y a eso sumado su desconfianza hacia los hombres, la obligaron a forjar un carácter fuerte y decidido, aprendiendo a defenderse de quien se...