ZORRA

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La música se oía fuerte, pero eso no aminoró los gritos del público. La figura sonrió ante eso, le gustaba sentirse aclamado, querido. Moviendo su cadera de manera sinuosa y exquisita, deslizándose por todo el escenario como siempre lo hacía en las noches en la que trabajaba en aquel famoso club nocturno; uno no muy bien visto por la sociedad coreana pero al que todos los maridos de la ciudad y otras aledañas, asistían.

No era el primero, de hecho era el tercero en presentarse. Aún quedaban otras 'chicas' por salir y hacer su show.

Durante la noche, él interpretaba a una de sus favoritas, a "Bada". Admiraba tanto a esa cantante y eran muchos los clientes tenían fantasías con ella, así que su número era de uno de los mejores, además de que su voz era preciosa y aquellos movimientos traían loco a cualquiera.

Disfrazado con aquel vestido blanco y sedoso con algunos tules en caída, aquellas blancas medias finas,  melena larga y violácea suelta con una trenza como detalle , joyas y unos zapatos de ensueño con tanto brillo que parecían diamantes, se veía hermoso. RyeoWook podía cautivar a toda la audiencia con su papel e imagen.

El joven estaba tan metido en su papel hasta que observando al gentío mientras bailaba, visualizó a alguien que no esperaba. Allí, en las mesas al fondo, lo descubrió sentado observándole.

RyeoWook paró sus movimientos en seco por un momento, pero atinó a reaccionar rápido a su rutina, esperando que nadie haya notado su pequeño lapsus. Aunque quería, no podía concentrarse del todo con aquella persona contemplándolo.

Parado sobre la tarima, le costaba obviar la presencia de aquel masculino. Sentía sus mejillas arder y trató de disimular que se había percatado de su presencia. Dando miradas discretas en medio de su acto, lo descubrió levantarse de su mesa mientras lo veía caminar con tranquilidad y se abría paso a la multitud. Estaba tan cerca que podía sentir su perfume, aquel exquisito aroma que solo utilizaba él. Ya estaba cerca de si, lo sabía, cada vez sentía como se dificultaba la tarea del respirar, pero él no debía perder la concentración, no de nuevo. Los gritos ajenos de aquellos tipejos que soltaban obscenidades eran atenuados esta vez, esta noche era diferente.

Diferente porque estaba él.

Siguió su rutina sin perder de vista al pelinegro, que por cierto, también estaba mirando en su dirección. RyeoWook palideció. No pretendía ser descubierto por él. Lo ignoraría otra vez.

Cuando la música acabó y decidió mirar al público, notó que él ya no estaba en su campo visual, y se mordió el labio ante eso. La lluvia de aplausos no se hizo esperar e inundó sus oídos haciéndolo sonreír como en el instante cuando salió en el primer momento.

Pese a todo, lo había hecho tan bien como siempre. Se inclinó noventa grados sobre el escenario y observó desde su posición cómo caían a sus pies varios ramos de flores, como así también aquellos esperados rollitos de dinero, además de los acostumbrados paquetitos sellados de preservativos, que como siempre, los ignoraba. Lentamente fue alzando el dinero y las flores uno a uno. En ello, una pequeña mano le tendió un fajo de billetes, dejándolo perplejo. La cantidad era exorbitante, tanto así que levantó su cabeza para conocer tal admirador y nuevamente era él.

El travestido joven tragó saliva ante la penetrante mirada del peligro, aquellos ojos le transmitieron tantas cosas que le era imposible descifrarlos. RyeoWook se levantó apresuradamente y abandonó el escenario de inmediato.

JongWoon por su parte, miró a la figura marcharse mientras los aplausos continuaban y guardó ese montón en su bolsillo. Si RyeoWook no lo quería recibir de sus manos, se encargaría de hacerlos llegar por otro lado.

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