Elizabeth

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Mis padres decidieron que un viaje a Salla, Finlandia era el viaje familiar perfecto, sobre todo porque a los niños de 7 y 4 años les encantan los páramos helados de paz y tranquilidad en lugar de los parques de diversiones con clima soleado

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Mis padres decidieron que un viaje a Salla, Finlandia era el viaje familiar perfecto, sobre todo porque a los niños de 7 y 4 años les encantan los páramos helados de paz y tranquilidad en lugar de los parques de diversiones con clima soleado. Pero mis padres celebraban su aniversario de Bronce y querían regresar al lugar de su Luna de miel (habían ido a la región de los Lagos, pero Salla les pareció más familiar) y no consiguieron a nadie que nos cuidara a mi hermana y a mí. Rentaron una cabaña a la mitad de la nada y pasamos ahí un fin de semana.

Las fotos muestran un viaje familiar de lo más normal, a mi mamá jugando en la nieve con la pequeña Aurora, a mi papá y a mí en las clases de ski, la acogedora cabaña, los paseos en trineos tirados por huskys, nosotros cuatro junto a la chimenea; pero ese viaje cambio mi vida de una manera que nadie lo entendería, nadie más que un pequeño número de personas que conocería años después.

Fue la última noche del viaje, ese día me había tomado la taza de café que mi papá dejó olvidada junto a los juguetes de Aurora, así que era la una de la madrugada, todos dormían, y yo contemplaba la aurora boreal a través de una ventana como la cosa más hermosa que hubiera visto antes, porque así era, hasta que escuche una voz extraña que venía de fuera y me pedía que saliera. Cualquier otra niña de 7 años habría despertado a sus padres aterrorizada, pero yo fui por mi abrigo y seguí la voz fuera da la cabaña.

Ven Elizabeth

No estoy muy segura de por cuánto tiempo la seguí, pero estuve caminando hasta que llegué a un lago, y fue cuando lo vi. Se veía como una hombre común y corriente, excepto que no traía ropa de invierno, estaba parado sobre el lago, media como seis metros, unas alas gigantes salían de su espalda y era más brillante que la aurora boreal en el cielo nocturno. Comenzó a acercase hacia mí y mientras lo hacía se estaba encogiendo, cuando se paró a unos centímetros de mí tenía la altura de mi papá.

-Hola Elizabeth. –Tenía la voz más linda y cálida que hubiera escuchado.

-¿Quién eres tú? –Sus ojos eran de un azul muy claro y tan profundos que me dio miedo seguir viéndolos directamente.

-No podrías pronunciar mi nombre, aunque te lo dijera – se arrodillo frente a mí y me miró directo a los ojos, esta vez no me dio miedo. –Escucha Elizabeth, no tenemos mucho tiempo, ellos te están buscando, a ti y a los demás. Tú no deberías estar aquí, pero ya no podemos esperar más.

-¿Quiénes? –sé que tal vez debía estar asustada, pero nunca había sentido tanta tranquilidad.

-No hay tiempo de explicártelo todo ahora, pero no tienes nada que temer, naciste para esto.

Puso dos dedos sobre mi frente lentamente y sentí un calor reconfortante, después mis piernas dejaron de responder y el ángel me atrapó antes de caer en la nieve. Alcancé a distinguir que estábamos a una distancia considerable del suelo antes de desmallarme.

A la mañana siguiente desperté en la cabaña. Todo este tiempo creí que había sido un sueño hermoso... y ahora me suena a una pesadilla.

Noctem MutantusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora