Desolado

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Se dice que cuando mueres tienes la posibilidad de renacer nuevamente si logras atravesar el desierto del purgatorio.

Suena fácil pero durante el recorrido uno termina olvidando la razón por que uno desea volver a vivir.

He perdido la cuenta de las horas, los días, meses y años que he estado caminando por este interminable desierto sin viento. 

O quizás camino sin mis sentidos.

Por más que el viento sople, mi cuerpo no siente ni frio ni calor. Extraño diferenciar la dureza de las piedras y el dolor de las espina.

Nada vive ni muere en este extenso y desolado lugar.  Solo hay dos maneras de salir, la primera consiste en que encuentres una salida que nunca has visto y la otra es siendo devorado por los seres malignos que acechan en las noches.

Cuando la locura se sobrepone a la poca cordura que me queda, miro de soslayo mi brazo derecho pues, tengo tallado en mi piel tres palabras que aun logró descifrar.

"Kageyama", "Tobio" y "Renacer".

Las dos primeras conforman mi nombre y la última palabra es mi único propósito en este depresivo lugar.

Finalmente, a unos metros de mí se alzaba una gran montaña. La única que podria marcar la diferencia entre tanta arena y el final de mi peregrinación.

Sin embargo, cuando creí que mis días en este desolado sitio habían terminado, encontré una gran piedra bloqueando el tunel que daba con el otro lado, acabando asi con mis últimas esperanzas.

Dolido, frustrado y furioso era decir poco. Tomé una piedra con la cual empecé a magullar mi brazo derecho maldiciendo mi nombre, mi existencia y mi destino.

—¡Por favor no hagas eso! —Gritó una vocecilla que me resultó infantil—. Estas tan cerca de revivir.

Aquellas últimas palabras lograron llamar mi atención, lo suficiente como para voltear y encontrarme con un ser de corta estatura y ojos muy expresivos. Estaba tan ensimismado en las prendas blancas que llevaba, al igual de sus alas y la aureola que flotaba sobre sus cabellos rojizos que no me di cuenta cuando rasgó sus vestimentas y vendó mi brazo.

—Solo aquellos que no son consumidos por la desesperación y la maldad pueden volver a renacer —afirmó con una sonrisa—. De lo contrario son devorados por los demonios que merodean este lugar.

La curiosidad me llevó a sostener su mano, era cálida y suave.

Entonces, abrí mis ojos aún más consternado

—Cómo es que puedo...

—¿Sentir? —completó mi frase—. Para evitarles el sufrimiento se suprime los sentidos a las almas que recorren el desolado purgatorio, una vez que llegan a la puerta se los devuelven.

De repente, una diminuta fisura de la montaña creció a enorme velocidad para finalmente abrirse en dos y dar paso a una luz blanquecina.

—¡¡Te dije que estabas cerca Kageyama!!— le miré consternado mientras él mostraba una sonrisa de oreja a oreja—. Te he estado observando desde hace años, me llamo HInata y espero volver a encontrarnos.

—Hinata...

Y, pronunciando su nombre me despedí del purgatorio. La misma luz que salía de la montaña me envolvió y me arrastró hacia ella en un cálido abrazo.

Tan cálido como las manos de Hinata.

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