Mamá ¿Recuerdas como me curabas cuando me raspaba las rodillas? Me ponías alcohol y ardía como el mismísimo demonio, prefiero mil y un veces regresar a esos tiempos, porque te aseguro que tus palabras, que tus críticas o tus comparaciones, duelen mucho más que unos cuchillos clavados en la espalda. En serio lo siento por no ser la hija perfecta.