Ha pasado mucho tiempo, pero aún soy capaz de recordar aquel día de verano en el que te conocí, Sun.
Esa mañana, Nebulilla se había puesto muy pesado con que le llevara a visitar las Ruinas de la Guerra. Le decía que lo llevaría cuando tuviésemos tiempo libre, pero no dejaba de hacer pucheros, así que me resigne a que no me haría ni el menor caso. Me sorprendió ver que Nebulilla entró por voluntad propia a mi bolso. Eso hizo que no pudiese evitar pensar, después de todo, quizá a de tener alguna razón para querer ir. Mientras caminaba por un pequeño sendero, en mis adentros, rezaba para que el Pokémon no quisiese salir y hacer alguna travesura, lo cual fue en vano. En un descuido mío, Nebulilla salió más rápido que un santiamén.
Corrí tras el Pokémon por todo el sendero, hasta llegar cerca de un punte de madera. Nebulilla, que se encontraba a la mitad del puente, volteó a verme con una sonrisa juguetona.
— Por Arceus, casi me matas del susto— dije un poco enfadada mientras caminaba hacia delante, pero cuando estaba a punto de llegar al borde, tres Spearows se acercaron violentamente a Nebulilla y comenzaron a atacarle sin razón.
Veía la desafortunada escena con temor. Tenía que ahuyentar a esos Spearows, pero mis piernas no respondían. Caí al suelo dejando salir lágrimas de impotencia y de culpa. Era una cobarde, de eso no tenía duda, pero entonces, apareciste tú.
— ¿Te encuentras bien?— Preguntaste con ligero interés. No había notado que ahí estabas, así que volteé mi cabeza para mirarte a los ojos.
— Por favor— me limpié las lágrimas—, salva a mi Pokémon.
Me miraste dudoso por unos instantes, pero cuando viste a esa criatura así de indefensa, tomaste el valor de actuar. Caminaste por el puente y tomaste a Nebulilla entre tus brazos, a pesar de que esas aves seguían atacando. El hecho de que me ayudaras en ese momento hizo que me sintiera muy conmovida y que no pudiese evitar sonreír. Me parecía admirable tu valentía, y sobre todo, tu buen corazón. Mi ligera sonrisa se desvaneció en el momento en el que la magia que Nebulilla desprendió por el susto, hizo que el puente se partiera en dos.
Ambos caían. Me levanté del sueño con desesperación y me acerqué al borde del acantilado. "¿Por qué soy tan cobarde?" "¿Por qué nunca puedo hacer nada?" "Todo esto es mi culpa" pensé en ese momento mientras volvía a romper en llanto.
Ya no tenía esperanza, ya me había resignado para lo peor, pero Tapu Koko, el guardián de la isla, evitó lo que había pasado por mi mente, trayéndolos a ambos a tierra firme. Mis lágrimas dejaron de salir mientras veía incrédulamente la escena.
Me levanté del suelo inmediatamente y corrí a abrazar a Nebulilla. Entonces te acercaste a mi.
— ¿Cual es tu nombre?— preguntaste. Yo me sorprendí y me giré hacia dónde estabas tú. Guardé silencio. Seguía asustada. Al verme, solo me sonreíste y me hiciste una señal para volver al pueblo.
Los dos guardamos silencio durante todo el trayecto, pero no era un silencio incómodo. A pesar de lo ocurrido, el día terminó por ser muy agradable.
A partir de ese momento, no he podido olvidarte.