Éramos siete. Sólo salió uno. Éramos siete... .
Todo comenzó un día después de clases.
- ¡Diana!-Alicia me miró sonriendo- que tal si vamos a la "casa del terror" quiero divertirme.
-Al, mejor vamos a la plaza ¿te parece?- intenté usar mi voz persuasiva, sin embargo Alicia me conocía demasiado bien.
Negó con la cabeza
-No. Quiero ir al laboratorio. Hace mucho que no podemos platicar a solas en un lugar privado.
- ¿y si vamos a mi casa?- pregunté esperanzada. Mi amiga riendo negó.
- Vamos, ¡no me digas que te da miedo!-sonrió juguetona- Voy a hablarle a Isabel y a Paola, tal vez también quieran ir Elena y Fer.
A continuación se fue corriendo a buscar a las demás.
Me quedé sola. El laboratorio o "la casa del terror" como lo llamábamos era un viejo laboratorio que pertenecía a mi familia. Mi abuelo cuenta que en su tiempo, era uno de los laboratorio más prestigiados, que siempre había científicos con batas andando de un lado para el otro, con experimentos y teorías nuevas por probar. Sin embargo ahora solo era un viejo edificio que ahora servía de almacén con un montón de trastos viejos cubriendo el suelo, una gran mesa de metal en la planta alta y varias cobijas que las chicas y yo habíamos acomodado para pasar el rato. Antes a mi me gustaba mucho ir a ese lugar,me sentía como una exploradora. Claro eso lo pensaba cuando tenía diez años. Me gustaba pasar el rato ahí, imaginar como era el Laboratorio en sus tiempos de esplendor cuando había jóvenes adultos y ancianos ansiosos por mostrarles sus descubrimientos al mundo.
TODO HABÍA CAMBIADO ESA NOCHE.
Era una noche como cualquier otra, mis amigas y yo nos encontrábamos en mi casa, riendo y jugando felizmente hasta que Isabel dijo.
-oigan ¿y si vamos al laboratorio? Sería divertido pasar la noche ahí.
Todas asentimos,incluso yo. apagué las luces de mi cuarto y cerré la casa con llave. Mis padres se encontraban fuera del país y yo no tenía tíos que vivieran cerca a los que pedirles permiso. Así que decidí ir. Nunca me he arrepentido tanto de lago en mi vida.