Querida mía, no me mires con ojos reprobatorios. No me juzgues ni me pidas explicación ante actos cometidos ya en el pasado. No lo hagas, pues tampoco lo hago yo. ¿Acaso reprocho el hecho de que hayas entregado nuestras almas y nuestros ideales a quienes llevan ahora nuestras voces como suyas? Mi dulce Claudia, mi ingenua e ignorante flor de prado. Tantas hay como tú que nuestro Dios parece odiarnos. Descuida, que no te reprocho el abandonarme con ojos fijos en alguien más, no me duele el acabar solo y sin amor, pues con el que tengo basta y el que no te di me sobra.
Claudia, ¿por qué haz venido a verme?
Ahora caminas como una dama, saludando a quién antes nos despreciaba por el desgaste de nuestras suelas. Mírame una vez más y dime que odias la comida de barrio, que no te gusta patear latas y que el olor a establo te revuelve el estómago. Ignora todo lo que vivimos y todo lo que somos. Claudia, no me digas que ya olvidaste a qué saben los granos de maíz, no te permitas olvidar, no te dejes caer en lo que una vez aborrecimos, y no te molestes por lo que hago hoy.
Ahora todo lo expreso al doble. Mis gritos de libertad e injusticia son más fuertes, mis acusaciones a la autoridad son más fieras, mis intentos de convencimiento a la sociedad son más persuasivos. Todo porque no estás aquí, ahora debo hacerlo todo al doble, esperando que eso llene la posición que abandonaste, como líder y como amante.
Dime Claudia, ¿por qué si me odias, haz venido a verme? ¿Es acaso que mi situación te parece grata? ¿Te divierte ver estos barrotes que sujeto entre mis manos o haz venido a redimirte?
No, no llores, que las lágrimas nunca nos solucionaron los problemas. Ya veo que ese hombre tan galante, que te alejó de la que te amaba con locura, no ha sido más que malsano modelo de educación para tu ignorancia. Mi dulce Claudia, toma mi mano una vez más y dime que me amas, que lo que hiciste estuvo mal y que quieres redimir tu pasado para formar un futuro donde no nos persiga la ley de quién tiene derechos. Miénteme amor mío, miénteme que eso es lo único que me queda y ahora vete. Parte a los brazos de aquel hombre; en ningún sentido compito con ese ser, sin embargo ten en cuenta, que yo no estaré aquí por siempre. Pronto volaré fuera de esta jaula y de nuevo me verás aquí. Esta es mi clase de vida, ya no es la tuya.
Pero dime Claudia, ¿por qué haz venido a verme? Basta, Claudia, deja de llorar.