Había una vez un niño.
Un niño que le encantaba jugar con lo poco que tenía. Este niño, no tenía nombre, porque nunca conoció a sus padres. Le gustaba salir a su patio o a la calle y jugar con lo que encontrara.
Un día de esos, mientras el niño andaba por las calles, se topó con un objeto extraño. Llamativo para él, claro. Se sentó en el suelo y empezó a ver de qué se trataba ese objeto.
Nadie estaba a su alrededor, las calles desoladas; no tenía amigos, ni conocidos. Usaba ropa que apenas le cubría del frío y lo protegía del sol. Era él frente a la vida. Frente a su vida.
Veía el objeto con detenimiento: su forma, color, textura. Mientras lo manejaba, no sabía para qué servía. Notó que el objeto tenía un pequeño cordón con un anillo de metal en un extremo y en el otro extremo tenía una especie de huevo de metal y duro, colgando de dicho cordón.
La intuición del niño, le dijo que jalara del cordón para ver qué sucedía. Metió un dedo en aquél anillo metálico y sin dudar lo estiró con todas sus fuerzas...
Y para cuando lo hizo, no tuvo tiempo de darse cuenta, que era el único sobreviviente a un ataque terrorista.
*En Honor de los que sufren de esto. Niños inocentes, familias enteras... todos los días*.
YOU ARE READING
Punto y aparte. Pensamientos de un escritor
RandomBienvenidos lecto-escritores a mi mundo de reflexiones.