Dollsex {y.m}

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¡Maratón! 2/3

Llegaron al hotel y Jimin rápidamente pidió su valija y las llaves de su habitación, subiendo primero que todos porque tenía cosas que hacer. 

Entrando al hermoso y espacioso cuarto que le tocó, lo primero que hizo fue darse una rápida ducha y perfumarse todo el cuerpo, saliendo del baño preparó dos tazas de café y se fue a vestir. 

{···}

Yoongi arrastró con cansancio su maleta y metió la tarjeta para que la puerta fuera abierta. Lo recibió un fuerte olor a frutas y café caliente, encendió las luces y ahí vio a su pequeño noviecito esperándolo sentado en la barra con solo una toalla puesta y las piernas cruzadas. 

—Al fin llegas, hyung— se bajó del lugar y fue a colgarse del cuello del otro.

—Estaba ligando con la recepcionista— bromeó y el niño más bajo le miró mal— mentira muñeca, mis ojos solo pueden verte a ti y a tu hermoso trasero— le dijo rodeándolo con un brazo su pequeña cintura y con la mano libre dándole una nalgada.

—Ya sé— presumió y le dio un casto beso— tomemos el café y ve a bañarte, pero rápido porque tengo una sorpresa—dicho eso se sentaron juntos a tomar las pequeñas tazas que tenía el hotel y Yoongi se fue a bañar, tardando menos de siete minutos en total, saliendo solo en bermudas y una toallas en su cuello. 

Llegando a la habitación pudo divisar un diminuto bulto bajo las sábanas, al parecer se había quedado dormido, pero si él no se había tardado tanto, quizás solo estaba muy cansado y cayó rendido al tocar la suavidad del colchón. 

Quitó la toalla de su cuello y la tiró por el suelo, levantando las sábanas para acostarse también, se llevó una muy grata sorpresa. 

Todo sentimiento de sueño que pudo haber tenido se le fue al instante.

Sonrió y negó con la cabeza, su bebé nunca cambiaba. 

Acercó su mano para tocar la cola negra pero Jimin se dio vuelta tomándolo él y jalándolo para que cayera sobre él, específicamente, entre sus piernas. 

—Eres hermoso, Jimin-ssi— le dijo acariciando sus muslos con la yema de sus dedos.

—Soy hermoso para hyung— respondió, acariciándole con sus deditos los anchos hombros.

—¿Qué les gusta a los gatitos?— preguntó ya cambiando su mirada.

—La leche, daddy— su sonrisa cambió y su cuerpo reaccionó por si solo.

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