Desdichadas palabras.

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Por temerosa y a mi traicionar,
por mandarme a la hoguera,
por ordenar a mi quemar,
maldita tu y tu vida entera.

Asquerosas tus palabras,
que a mi me condenaron.
Al amanecer estarás sin ellas,
si estos conjuros funcionaron.

Este no es el mayor castigo,
pues al quinto amanecer,
he de despertar contigo
y tus ojos han de desaparecer.

Pero no estes inquieta,
tu dolor no durará mucho,
cada día la garganta te aprieta
y tus golpes ya los escucho.

Y así fue, la juven muchacha que presa del miedo a la bruja delató, amaneció sin voz al día siguiente.

Y al quinto la vió el poco tiempo que pudo hasta que esta la vista le arrancó.

Y sintió su garganta apretarse hasta no poder más.

Y murió golpeando el suelo impotente de nada más poder hacer.

~Sofía Costas~

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