Serendipia

Meloso: adjetivo. Que es afectadamente dulce y amable.

Ese fue precisamente el apodo que me pusieron cuando la conocí a ella. !Oh! por cierto, me llamo Joaquín. Les advierto que esta no es de esas típicas historias de amor que terminan con a frase "vivieron felices y comieron perdices"; así que si eso es lo que esperaban, desde ya las advierto que no es lo que tendrán.

Desde chico tuve esta especie de "obsesión" por descubrir palabras nuevas y enriquecer mi vocabulario; no por nada llevo a todos lados ese mini diccionario que me regaló mi abuelo a los 8 años de edad. Supongo que no tuvo que pensar mucho que regalarme, ya que mi insistencia porque me definieran cada palabra desconocida para mí, estaba a punto de volver locos a mis padres y todo aquel que me rodeara.

Fue entonces que comenzó mi pasión por la literatura; amaba y aún sigo amando la literatura. Más esa pasión no se vio reflejada en las matemáticas, pero sí se vio reflejada en mis notas. A lo largo de mi trayecto escolar siempre necesité ir a instancias  recuperatorias en el  área de las matemáticas, más en literatura y prácticas del lenguaje solía destacarme. Pero todo eso cambió cunado comencé 5º año en la secundaria.

Fue un Lunes durante la segunda semana de Marzo. Como era costumbre, nos formamos de un lado los hombres y del otro las mujeres que conformaban el curso, cada uno en sus respectivas divisiones, mientras izaban la bandera. Fue en ese momento que la ví, una cara nueva nunca pasa desapercibida; sobretodo por los comentarios de mis amigos. A decir verdad, no llamó mi atención, al menos no en ese momento.

Nos enviaron al aula dividiendo a los integrantes de ese numeroso grupo en 5º "A" y "B"; me tocoó 5ª "A", con la gran mayoría de mis compañeros de años anteriores; inmediatamente la preceptora tomó asistencia mientras la profesora esperaba en la puerta para dar comienzo a las clases.Una vez finalizado el proceso ceremonial donde cada alumno dice presente al oír su apellido; la profesora habló:
_Mi nombre es Adriana Fabregas y voy  a ser su profesora de Análisis Matemático -dijo con voz firme-. Espero que nuestra relación a lo largo del año sea la mejor...
¿Matemática? ¿Un Lunes? ¿Y encima a primera hora? -pensé para mis adentros-
Terrorífico: adjetivo. Que aterroriza o infunde terror.
Sin dudas esa palabra definía muy bien ese hecho.

La profesora no había terminado de presentarse cuando la preceptora irrumpió, pero esta vez acompañada. Un silencio se apoderó del aula; pero gritos se apoderaron de mi corazón. Era la chica mas linda que había visto en mi vida; esa sonrisa tan bella; esos pómulos que se sonrojaron por la vergüenza que le provocaba ser el foco de atención; sus ojos marrón verdosos, su cabello negro, largo y lasio que se perdían en su esbelta figura. Recuerdo su mirada, tan tímida, observando todo; y de repente, sus ojos se toparon con los míos. Apenas sostuvo la mirada como por cinco segundos; pero eso fue mas que suficiente para mí.

La preceptora pasó a explicar que hubo un error y ella debía estar en nuestro curso, e hizo que se presentara.
_Hola, soy Catalina Gómez. Tengo 16 años y no se que más decir, !ja! -dijo muy tímidamente, intentando ocultar su rostro agachando la cabeza, mirando hacia abajo-.

Pasaron los primeros tres meses y yo aún no me animaba siquiera a hablarle; mis compañeros más osados, por no decir caraduras, habían intentado conquistarla sin éxito; así que, ¿cómo podría yo siquiera soñar con la posibilidad de hablarle? Aunque todo eso estaba por cambiar.

Al final del primer trimestre, la profesora Fabregas comenzó a darnos las notas; y fiel a mi costumbre, me fue pésimo. Para mi sorpresa, ella había indagado mi desempeño en años anteriores y me animó a mejorar ya que me veía muy capaz; pero no sólo eso; sino que, durante el resto año contaría con la ayuda de a quien mejor le iba en matemáticas, quien no era nada más y nada menos que Catalina. Había hablado con ella antes de ofrecerme la propuesta para ver si ella estaba dispuesta, a lo cual accedió.