Siempre hay alguien que cuenta y alguien que escucha. Si no, se pierden en el viento...
Arreciaba la lluvia y los truenos resonaban en el mundo la noche que llegó al poblado, protegido por una simple capa de piel de lobo con capucha.
El guardián, que merodeaba por la puerta principal mientras suspiraba intentando así, quizá, sortear el tedio, apenas alcanzó a verlo hasta que estuvo ante la punta de su rubicunda nariz. Sintió con temor reverente cómo el aliento del desconocido jugueteaba en el viento, uniéndose con él en armonía, y percibió un destello brillante cuando la figura encapuchada descubrió su rostro, que se empapó de agua dulce de lluvia.
-¿Hay sitio en esta aldea para un viajero? -preguntó con voz grave, enigmática...
Galshj se sonrió al recordar esto y observó al pueblo reunido ante él. Siempre lo mismo, fuera donde fuera. Siempre un hueco circular alrededor de una hoguera tibia. Siempre niños y adultos ávidos de historias. Siempre...
La hospitalidad no era una característica primordial en esta raza, pero él conseguía hacer su voluntad allí donde fuera. Era un don que poseía desde el inicio de su larga, larga vida... Podría incluso haber sido dueño del mundo entero... Pero ahora entendía que ese no era su destino.
La tenue luz del fuego casi extinto se derramaba sobre sus rasgos, acentuando su magia y misterio intrínsecos. Sombras danzarinas bailaban en su larga y cuidada barba blanca, deteniéndose antes de llegar a las trenzas perladas que ornaban su barbilla.
Tres más mantenían a raya el cabello. Una a cada lado de la cara y otra, más gruesa, se deslizaba por su espalda adornándola con un intrincado diseño de pelo y cintas de colores.
Se arrebujó en las pieles, intentando ocultar al mundo sus arrugas y su quebrado cuerpo de anciano y aclaró su garganta con un cuerno de vino tibio.
-¿Nos contarás una historia? -pidió una niña con voz dulce.
Galshj la observó, solo durante un segundo, antes de que un brillo pícaro asomara a sus ojos.
-¿Cuál quieres que relate? -inquirió con humor.
-¡La de Kunashgarjd!
Miró a los ancianos de la aldea, sonrientes, y se acomodó en su sitio con expresión decidida.
Ya no era uno más de ellos, un anciano cualquiera.
Ahora era un narrador.
-Hace tanto tiempo como años tiene el roble que puebla el centro de esta aldea, un pueblo pacífico vivía en el bosque de Leyva. Es éste un sitio mágico y especial. Los árboles se extienden durante Deyisth y Deyisth dotando de un verdor especial toda la zona que abarcan nuestros ojos. Además, poseen su propia alma, con lo que el rumor de sus conversaciones fluye a lo largo del horizonte. Multitud de especies animales viven en sus tierras -hizo una pausa y guiñó un ojo -y algún ser sobrenatural las acompaña.
Se oyeron unas risitas nerviosas entre la muchedumbre.
-Al sur del núcleo boscoso de este reino sin par se encuentra un gran lago destellante, repleto de peces y plantas acuáticas, símbolo de vida en sí mismo. Allí moraba una raza de seres poderosos, poseedores del don de la magia, los Eyryes. Los había bajos y altos, flacos y gordos, feos y hermosos... pero todos se caracterizaban por el halo luminoso que los acompañaba allí donde fueran. Fácilmente identificables por sus orejas puntiagudas, sus ojos rasgados y los colores de la tierra, que los inundaban hasta el punto de formar parte de sí mismos.
-¡Esa no es! -lo acusó la niña.
-Pero no es su historia, dulce pequeña. -La criatura hizo un gesto de extrañeza-.Todo ser, por importante que pueda parecernos, no es más que una de las piezas del tablero en que los dioses juegan una partida con el destino. Hasta ahora sólo habéis oído un fragmento minúsculo de la historia -explicó-. Yo, ahora, para vosotros, voy a contaros el relato completo. ¿Es ese vuestro deseo?
-Es un gran honor -manifestó un anciano, riñendo a la niña con la mirada -que quieras compartir tal historia con nosotros.
-Sí -dijo la pequeña arrepentida. Se levantó del regazo de su madre y se sentó en la del narrador acariciando su barba, suplicante-. Cuéntanos un cuento, por favor...
-Podría llevarnos días y días -advirtió-. Es larga y cuenta con gran cantidad de detalles.
-Justo lo que esperamos -rio una joven entre dientes mientras sujetaba a un recién nacido contra su pecho.
-Muy bien -rio Galshj. Acomodó a la niña en su regazo y continuó-: Los Eyryes eran, como decía, un pueblo pacífico y sereno. Pero no todo era maravilloso en el reino de Leyva. -Se alzó y se inclinó ligeramente hacia delante-. Os contaré una historia de aventura, descubrimiento personal, traición, muerte, amistad y amor.-El público a su alrededor dejó oír una exclamación de agrado, con lo que el narrador continuó complacido-. El sol caía por el borde del mundo...
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¿Cómo comienzan las historias?
FantasyIntro del libro "Elderan, príncipe de Leyva", primera parte de la saga. Sinopsis: Elderan no es más que un muchacho que aún no ha llegado a la mayoría de edad, cuando se ve obligado a dejar el único hogar que ha conocido y partir en peligrosa trave...