Costumbre

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"No estoy acostumbrada a que me quieran, mucho menos querer tanto a alguien" me dijo. Cómo si de una especie de obra artística muy peculiar se tratase. Cómo si el querer, fuera un atropello evolutivo del humano. Cómo si intentar cuidar del otro fuera una tarea digna de aquellas almas que ya lo tuvieron todo, y ya no tienen nada que perder.

Me lo dijo, como si querer no fuera humano.

Tiempo después pude entender con una aguda amargura la realidad. Y es que perdimos la avidez de amar.

Nos acostumbramos a pensar que el amor son los celos; a creer que la atención y la presencia, pasaron a ser cosas de otra época.

Nos acostumbramos a aceptar que nos reprochen, porque algo debemos haber hecho mal; a presuponer que nuestra pareja no es fiel; a suponer el permiso divino de poder dañar sin remordimientos ni culpas, solo por si acaso el otro lo haga primero que nosotros; a disfrutar de la compañía hasta que cuál verdugo, el destino acabe con el amor. Acostumbramos a los que nos preceden a querer como adultos, como si realmente estuviéramos haciéndolo bien. Nos delimitamos nuestra propia línea de meta para una carrera en la participamos para no ser el primero que sufre.

En mares de amores donde el lugar de encuentro dejó de ser una plaza para charlar, y pasaron a ser boliches para probar suerte; dónde el amor es sinónimo de pertenencia y no de presencia; dónde las conversaciones se volvieron monótonas, porque ya nadie se preocupa por entender al otro; donde pasamos más tiempo pensando que pasaría, como si el cariño se tratase de un campo minado, que nos perdemos de experimentar sin guiones la vida entera.

Nos acostumbramos tanto, que nos olvidamos de lo que era ser queridos sin tratos, sin tiempos y sin miedos. Tantos abandonaron el deseo de apostar al amor por desaliento, que ya casi no quedan valientes.

Seamos entonces aquellos valientes. Dejemos la coraza atrás; que nuestros defectos, miedos y anhelos se hagan visibles. Volvamos a dedicar miradas perdidas, apreciar las sonrisas repentinas y entender por fin que el mejor tiempo para el cariño es ahora; para querer no hacen falta razones, sólo osadía. Todavía hay tiempo de dar vuelta el navío.

"No estoy acostumbrada a ser querida" me dijiste aquella vez. Yo no estoy acostumbrado a no quererte y jamás quiero aprender.

                                                                                                                                                                  -Alejo

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