《CERO》El comienzo y el fin

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El hombre se había dado cuenta del talento que tenía,
Y con el tiempo se había vuelto una tetrica manía.

Le gustaba el rojo en sus manos y en su cuchilla también,
éste nunca se imaginó que lo fuera a hacer tan bien.

El sabía bien que matar no era cualquier cosa,
pero a él le fascinaba y no había cosa más gloriosa.

Al principio de todo le pesaba un poco la conciencia,
Sin embargo decidió obedecer a su extraña preferencia.

Le encantaba contemplar el cadáver y admirar su talento, más rápido lo guardaba pues podría ser descubierto.

En el sótano de su casa tan aislada, yacían 38 cuerpos que había asesinado de la nada.

Había cuerpos completos u otros descuartizados,
cuerpos de personas que por familias y amigos habían sido amados.

Su escondite era tontamente perfecto, pues hasta a él mismo lo creían muerto.

Después de aquel incendio que se había iniciado en el centro psiquiátrico,
el hombre pudo escapar de aquel lugar lleno de maniático.

Todos creyeron que junto con los demás internados,
había muerto quemado entre los cuartos ya derrumbados.

Salió de ahí como pudo dando tumbos,
y corrió por las calles oscuras entre los edificios mudos.

Caminó varios días sin saber bien hacia donde,
llegando al bosque, donde los animales se esconden.

Casi en el centro encontró su nuevo hogar,
que no tenía uno desde que lo dejaron de amar.

Una casa abandonada, no chica ni tan grande,
pero era suficiente para mantenerse estable.

Le gustaba pararse detrás de un árbol y observar un camino cerca de la carretera,
donde la gente pasaba para volver a donde su hogar era.

El atacaba cuando volvían de la ciudad,
pues ahí es donde todos los pueblerinos iban a trabajar.

Solo lo hacía cuando uno venía solo, pues con más no podía, sería un enrollo.

Los abordaba por la espalda tomandolos por el cuello,
para después tirar de todo su cabello.

Clavaba el gran cuchillo en el vientre del sujeto,
para dejarlo inmóvil en tan solo un momento.

Le gustaba encajar la hoja afilada en todos lados,
lo hacía todo muy fácil sin dudas ni reparos.

En los ojos y boca lo introducía muy bien,
en el pecho y en los brazos le gustaba también.

Cada corte le salía con perfección, pues lo hacía todo con suma precisión.

El placer que sentía era inexplicable, este hombre tenía un problema irremediable.

El sheriff no se explicaba porqué tanta desaparición,
pero no era algo que le causara ningún tipo de emoción.

No le interesaba y no se pensaba desgastar,
en busca de algún loco que a todo el mundo ha de dañar.

Prefería quedarse a salvo en su segura casa,
sin importarle la gente que por no ayudar lo amenaza.

Un día por la tarde caminando por el lago,
se topó con un buen hombre a quién después de una plática le ofreció un amable trago.

Estando en casa a éste le gustó su nuevo compañero de charla,
así que decidió contarle de su maña.

Claro está que no era tan tonto, pues después de platicarle no lo dejaría vivir,
él ya tenía en mente como mandarlo a dormir.

A su nuevo amigo al principio le impactó,
pero cuando le explicó como se sentía a éste le encantó.

Incluso le llevó a su sótano y le mostró su colección,
explicándole orgulloso lleno de emoción.

Después de enseñarle todo estaba dispuesto a matarlo,
más no contaba con que ahora su amigo nuevo quisiera intentarlo.

Tomandolo por sorpresa recibió un fuerte golpe en la cabeza,
para después sentir ya entre sueños, que en su cuerpo la sangre corría cada vez menos.

Apuñalada tras apuñalada, con un cuchillo que el nuevo hombre encontró,
sentía un dolor inmenso que nunca imaginó.

Poco a poco se fue yendo de la manera que jamás pensó,
ya nisiquiera recordaba cómo fue que todo comenzó.

Cuando éste por fin cayó muerto, el nuevo quedó realmente satisfecho,
lamentándose por desde antes no haberlo hecho.

¿Quién iba a pensar que estos dos nuevos amigos iban a terminar siendo tan parecidos?

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