La cierva y los indios

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Historia de la cierva y los indios.

Los hermanos Wolf eran siete indios huérfanos que vivían con una tribu que al igual que ellos eran indios americanos de pieles tostadas, habían heredado con apenas quince años el mayor de ellos el mandato de su difunto padre a manos de un enorme oso. Sus madres habían fallecido después, en un ataque de los hombres blancos, su población se había visto caer en picado, lo que antes había sobre población de mujeres y los hombres decidieron poder tener varias de ellas, mientras quisieran vivir juntas, ahora sucedía a la inversa. Los siete hermanos volvían de una caza no muy fructífera a su casa de madera construida por sus propias manos, eran mejor y más seguras que las tiendas. Llevaban unos conejos y poco más, no les serviría de mucho lo que habían conseguido. El ruido de una rama partiéndose les hizo detenerse, el mayor de todos, Sakima cogió tras su espalda su arco y una flecha que llevaba recogidas en un pequeño compartimento. Avanzó con rapidez y sigilo hasta un árbol e hizo una señal a sus hermanos para que se acercasen, y sorprendidos vieron como un enorme reno caminaba con paso cabizbajo a la orilla del río cargado de agua que se iba congelando por las bajas temperaturas, los siete comenzaron a jadear con verdadero apetito. Sakima no necesitó más que hacer un ligero asentimiento hacia Cochise, Nanti y Huslu, el hermano con más vello de todos y los cuatro dispararon a la vez flechas hacia el animal. Nayati saltó sobre el animal antes de que pudiera empezar a correr y clavó un cuchillo de hueso que había tallado en el cuello de la gran bestia varias veces.

 Nayati saltó sobre el animal antes de que pudiera empezar a correr y clavó un cuchillo de hueso que había tallado en el cuello de la gran bestia varias veces

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Patwin y Tadi corrieron en su ayuda al ver a la pieza caer sobre su hermano. El agua cubría su rostro y si hubiera estado solo no lo contaría, se volvió entre risas saliendo de debajo del animal, pero algo lo detuvo sobre sus manos y pies, estaba pasmado, sus hermanos se percataron de aquello y movieron sus rostros hacia lo que él miraba, para ver lo mismo con sus propios ojos. En el otro extremo del río había un cuerpo, estaba por la mitad de la cintura para abajo en el agua. Él no dudó en correr hacia allí, para ver el cuerpo de una mujer demasiado hermosa ante sus ojos, el resto de hermanos llegó junto a él, comprobaron el perímetro, tratando de ver si estaba con alguien. Nayati empujó el cuerpo de la mujer como pudo fuera del agua, sus hermanos reaccionaron ayudándolo, las ropas que llevaba se habían empapado tanto que pesaban una barbaridad. Comprobó que estaba helada, pero viva, sus ropas eran hermosas, suaves y finas, no eran o estaban preparadas para el frío que hacía en aquellos bosques, sus cabellos pinchaban por el hielo.

Tenemos que llevarla a casa, si no morirá.

No podían cargarla con las ropas que llevaba puestas, por lo que Sakima se puso sobre ella tratando de tirar de las telas. Desistió y sobre su cuerpo, pasando de estar en cuclillas a ponerse sobre sus rodillas finalmente cogió un cuchillo y cortó la tela haciendo profundos cortes, arrancó el precioso vestido, el corpiño como pudo, se colocaba su melena negra de vez en cuando para atrás, estaba agobiado con aquello, se sentía como si estuviera destripando algo demasiado valioso y ese sentimiento le hacía temblar, pero no de frío. Entrando entre los lazos del corsé su cuchillo, empezó a sudar demasiado rápido, para terminar, estirando y arrancando desesperado de su cuerpo todo el material hasta dejarla en un camisón blanco y un pantalón del mismo tono. Él no entendía de aquellas ropas, ninguno de sus hermanos lo hacía, las pocas mujeres que había en el poblado no usaban eso, iban cubiertas de pieles gruesas que les hacían sus compañeros, allí no se jugaba con el clima, se debían abrigar o morirían. Junto con la pieza de comida llegaron al poblado, Cochise y Tadi arrastraron dentro de la casa una tina enorme y Huslu encendió un fuego que rápidamente calentó el lugar. La casa era sencilla, un gran salón, un dormitorio que compartían, con una puerta que daba a un pequeño habitáculo donde asearse y hacer las necesidades, que instalaron allí por gusto y nada más. Los siete entraron a la mujer en la tina humeante tras más de media hora de calentar agua, Patwin desnudó su cuerpo de las ropas que le quedaban y se asombraron al ver sus pezones rosas y su falta de cualquier tipo de bello corporal en ella, solamente tenía la piel lechosa que parecía ahora la de un cerdito. Huslu enredó en su cabello, tirando de cosas que llevaba puestas haciendo un moño y se sorprendieron al ver lo claro que era y largo, casi blanco, la hundieron en la bañera y se pusieron alrededor. Parecía que como en una película de dibujos animados los siete estaban con sus narices aguileñas apoyadas en la tina mirando a la mujer, esperando que abriera los ojos y les sonriera abriendo sus brazos, pero no se movió, no hizo nada. Ellos no esperaron a que el agua se enfriase, la secaron y metieron en el enorme e improvisado colchón de pieles que había en el dormitorio. Desnuda, boca arriba, con su largo cabello hasta casi sus rodillas parecía demasiado para muchos de ellos, un sueño, pero nada, ella seguía allí, quieta, respirando muy tranquilamente.

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⏰ Última actualización: Nov 08, 2020 ⏰

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