Música

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-Hoy no ha sido un buen día, ¿verdad?- Dijo con un amago de sonrisa en su rostro.


-Desde luego. No es por el dinero, ¿cuándo cambió la forma de entender la música? ¿Cuándo aparcamos la llama del mechero para verla y sentirla a través de la pantalla de un móvil? 

¿Cuándo perdimos la capacidad de arañar las fibras del corazón hasta desgarrarlas con el eco sordo de una nota sostenida? No, definitivamente no ha sido un buen día.

Aquella noche debería de haber copado los aplausos del público. Sin embargo, pese a que su guitarra había hecho maullar el alma del silencio sobre aquel escenario, sólo la algarabía desinteresada de los asistentes respondió a su música. Muchas conversaciones intrascendentes, muchas miradas a los móviles, poca atención al arte y poco respeto del respetable.


Una vez finalizado el repertorio, empacó su Takamine electroacústica, despachó a su agente ("no, definitivamente no ha sido un buen día"), despidió al dueño del local con una mueca de desapego y, tras recibir los emolumentos de la noche, se dirigió a la estación de bus aledaña al café. Con un leve suspiro de resignación, movió su cuerpo y pertenencias hasta la puerta del número 118.


-Disculpe, esta línea... ¿pasa por la playa de las Ánimas?- Preguntó frunciendo el ceño ante la duda.


-Sí, tanto ésta como la 143. Suba, el billete es 1.40.


Media hora tardó en llegar a su destino. Descalzó sus pies y los dejó reposar sobre la arena. Levantó la vista y la fijó allí donde rompía el oleaje. Él y el mar. Solos. Incómodos como dos amantes vírgenes que no se conocen en la intimidad. Siempre había visto la playa de las Ánimas abarrotada. Era la primera vez que se miraban fijamente, sin tamices, con sus esencias al descubierto bajo la luz tenue de las estrellas.


Paso a paso se situó junto a la orilla, se sentó de cuclillas, cerró los ojos y... Tenían razón, allí habitaban las musas.


-Aquí habitan las ánimas.- Susurró con ilusión al viento.


En un impulso súbito se levantó, abrió la funda de su guitarra, la tomó y la lanzó al mar con todas sus fuerzas. Su Takamine silbaba al navegar sobre el agua. Quiso el destino que una melodía comenzara a fluir.


Esa era la música de las olas. Esa era la música que tejían las ánimas. Ese era el arte olvidado desterrado por la humanidad. El arte olvidado de arañar las fibras del corazón hasta desgarrarlas con el eco sordo de una nota sostenida.


A la memoria de David Bowie (8 de enero de 1947-10 de enero de 2016)

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⏰ Última actualización: Jan 14, 2017 ⏰

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