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Sergio había planeado durante semanas llevar a su cama al morocho, conquistándolo poco a poco con cenas y algunas citas en el cine. innumerables veces se veía a si mismo dejándose montar por el morocho, sintiendo su caliente cuerpo engullendo su miembro desesperadamente.

Sí, eso es lo que más deseaba poder conseguir esa noche, para así poder presumirle a Ramiro, a la mañana siguiente, que él consiguió acostarse primero con Gonzalo Gravano. Y es que apostaron, dando un tiempo limite en que ambos debían de coquetear para llevarlo a la cama y ganar unos cuantos billetes.

¿Que se esperaba de un par de estudiantes de instituto?

Con lo que no contaba el melli, es que Gonzalo nunca supo disimular su gusto por Sergio. Cada que podía se le quedaba viendo como tonto. La apuesta estaba segura para el pelinegro y aun así Ramiro quiso arriesgarse a tratar de desviar la atención del castaño hacia él.

Sin embargo, aquí esta el pelinegro, dilatando deliciosamente la entrada del castaño y haciéndolo retorcerse mientras esparce incontables besos y marcas por su cuello. —¡Mgh! Gonzalo, me encantas, no sabes como ansiaba tenerte entre mis brazos. —Debora con violencia la boca del morocho, dejando que este introduzca su lengua en una lujuriosa guerra.

—Sergio, ¡Mgh! ¡Ahh! —Gonzalo sonríe de lado a lado, dejando que su cuerpo sea marcado por el menor.

Y es que él siempre sonó en que Sergio Celli, uno de los chicos más atractivos de su generación, se fijara en él, ¿Por qué no?, hacer el amor con él.

Las hormonas de Gonzalo revolucionan a mil por segundo, manifestando un incandescente deseo porque Sergio suplante sus tres dígitos por su palpitante miembro venoso. Se auto penetra con más ímpetu contra los nudillos del pelinegro, exigiendo entre gemidos poder saciarse con la dura carne que se muestra erecta y orgullosa. Ricamente rosada y con la glande goteante.

—¿Ya me quieres dentro, bebé?. —Susurra en la oreja de Gonzalo,  causando que se estremezca y lo enrolle con ambas piernas por las caderas. Que delicia es ver esa apretada mostrarse de ese modo para él.

—¡Ahh! S... Sí, te quiero dentro ¡ahh!. — Sergio atrapa de nuevo la boca de Gonzalo, y lleva su mano libre a sus excitados pezones.

—Ruegame, bebé, suplicame que te penetre. —Ataca con ferocidad el pardo pezón con dientes y lengua, lamiéndolo cual dulce y estirándolo como si fuese de goma.

El cuerpo de ambos están empapados de sudor, de éxtasis, de lujuria. Pero Sergio quiere oírlo suplicar, y así lo hace. — ¡Mgh! Sergio, por favor, hazme el amor, hazme tuyo, ¡Mgh! —Se lame y muerde el labio inferior, tratando de no apartar la vista de los lascivos gestos del menor y de su goteante longitud golpeando entre muslos.

—¿Que tan adentro me quieres, bebé? —Sin más, saca sus dígitos y se entierra tan adentro como el apretado ano de Gonzalo se lo permite.

¡Carajo! Su pene en engullido con fiereza por esa rica entrada.

—¡Ahí! ¡Mgh! Sergio, lo tienes... ¡Ah!... Es grueso... ¡Mgh!.

Ambos se quedan quietos, dejando que sus cuerpos se acostumbren al del otro. Pero nuevamente Sergio esta ansioso, obligándose a si mismo a moverse dentro del mayor. Lo sujeta de las caderas, alzándolas un poco más para penetrarlo con fuerza.

¡Dios! Es tan apretado, tan caliente, tan suave y tan húmedo, que Sergio gime con fuerza, dejando en claro a todo el piso que esta teniendo el mejor sexo de su vida.

Penetra con rapidez, sujetando detrás de las rodillas de Gonzalo para mantener un ritmo y profundidad satisfactorios para ambos. Después de todo, el castaño también tiene que disfrutar de su victoria contra Ramiro, ¿No?.

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