Su mirada se encontraba en algún punto del lejano paisaje. El sol se escondía lentamente detrás de las nubes, era como si hasta este se sintiera apenado de la persona en la que se había convertido. Las lágrimas no salían de sus ojos a pesar de que su alma pedía a gritos algún tipo de consuelo que estás —al parecer—podían otorgarle. Era como si todo se hubiera detenido, sus emociones, sus pensamientos, su racionalidad, todo. No sentía nada. Aunque el joven no podía decidir si era algo bueno o malo.
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Sus risas llenaban la habitación, una hermosa melodía que resultaba acogedora. En conjunto con la enternecedora imagen de ambos jugando como niños. El castaño jugueteaba con los costados del rizado, provocandole lagrimas de risa y amenazas juguetonas.
—Dilo —le dijo el mayor, apaciguando un poco su ataque de cosquillas.
—Estas loco, nunca diré esa tontería —respondió el rizado jadeando en busca de aire, aun con una sonrisa plasmada en su rostro.
—Tu te lo buscaste, cariño —dijo y volvió a acercar sus manos lentamente, con una sonrisa malvada adornando su rostro.
—¡No! ¡No! Esta bien. Eres el mejor esposo del mundo, y nunca dejare que otro ser humano se acerque a mi en un radio, de al menos, 500 metros. Si alguna vez alguien se acerca, te llamare y tu patearas su trasero.
—Muy bien —murmuró el de los ojos azules satisfecho, tomándose también un momento para apreciar a —su ahora— esposo. Con sus rizos revueltos, y ojos tan brillantes cual estrellas en la mas hermosa de las noches, sin dejar de lado su maravillosa sonrisa que sin importar cuantos años pasaran conseguía dejarlo sin habla justo como la primera vez.— Mierda, eres hermoso —susurró para luego unir sus labios en un efusivo beso.
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A pesar de la neblina de insensibilidad en un lugar muy profundo de él; sabía que cuando las emociones vinieran, lo golpearían y lo derrumbarían como si de una bola de demolición se tratara. Por eso, quería acabar con todo antes de tener que pasar por eso. Lo necesitaba.
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—Seria genial tener una hermosa niña con tus ojos, y tu cabello —el mayor hizo una pausa para meter otro pedazo de pan a su boca, para luego proseguir con su descripción igual de emocionado con la boca llena de comida.— Y tus hoyuelos también... Mierda, es que eres tan hermoso que ella seria simplemente perfecta si solo se pareciera a ti.
—Cariño, come tranquilo, te ahogarás —lo regaño con un tono maternal, conteniendo una risita al ver la emoción de su esposo ante posibilidad de un embarazo.
Y es que lo habían estado intentando por meses, justo cuando habían perdido esperanzas Harry comenzó a tener mareos inexplicables. Luego de ir al hospital, ambos regresaron contentos de saber que mañana, a primera hora del día, podrían ir a buscar el resultado que confirmaría la existencia del bebé que tanto deseaban.