Pintando nuestra vida

1.4K 94 9
                                    

Aviso: Colaboración con Kaoru. Historia escrita por dos autoras.

Historia:

¡Pintar! Su hermana le había hecho quedarse para pintar el nuevo cuarto de su sobrina. ¿Es que no le había quedado ya claro desde niños que él era un mal dibujante? Odiaba pintar y dibujar, porque nunca le salía bien. Kise miraba aquella blanca pared, con los muebles tapados bajo el plástico y las brochas junto a los cubos de pintura rosa.

¿Dónde estaba su mejor amigo y compañero Aomine Daiki cuando se le necesitaba? A él se le daban bien todo ese tipo de cosas... o quizá sólo se le daba bien sacarle de problemas, no estaba seguro, la cuestión era que le faltaba Daiki. Suspiró frustrado sacando el teléfono de su bolsillo para volver a llamarle.

- El teléfono al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura en este momento – se escuchó una femenina voz al otro lado.

- Mierda, Daiki – susurró Kise volviendo a fijar sus dulces ojos del color de la miel en esa blanca pared – no me hagas esto.

Se acercó a la ventana y perdió su mirada en la lejanía, en la copa de algunos árboles que se veían al fondo. Seguro que todos sus amigos estaban ya allí jugando a baloncesto pero él estaba aquí, encerrado en un cuarto que tendría que pintar de un horrible color rosa. Abrió la ventana por el calor que hacía y buscó en el armario el mono naranja que su hermana le había dejado para que no se manchase.

- ¿Por qué tenía que ser hoy? – preguntó Kise pese a estar solo en toda la casa.

Su hermana había salido de urgencias al hospital. Faltaba un mes para que diera a luz pero al parecer, a esa pequeña le corría prisa por salir. Ya estaba él en la puerta para marcharse a su casa y a jugar a baloncesto con los amigos, cuando su hermana le exigió casi a gritos, gracias a sus hormonas, que quería la habitación lista y arreglada para cuando la niña saliera del hospital. Maldijo el día de ayer cuando decidió ir a dormir a su casa porque su marido trabajaba. Su preocupación y cariño por su hermana le había llevado a esa situación y no podía decirle nada, se arriesgaba a que las hormonas hablasen por ella.

Empezó a bajar la cremallera de su chaqueta y se la quitó dejándola colgada en el armario. Buscó entre los cajones algo más cómodo y viejo que ponerse, no quería manchar su ropa. Finalmente, encontró una antigua camiseta blanca de tirantes y se cambió la suya por ésa, poniéndose encima el mono naranja para pintar. El calor de la habitación hizo que se arremangase aquel asfixiante mono. Habían pasado a lo tonto... diez minutos y volvió a llamar a Aomine. Sabía que habían quedado todos en la cancha de baloncesto, él mismo prometió ir pero ahora... no podía.

- Cógelo – casi suplicó para que no saltase el fuera de cobertura. Si iba en el metro, era posible que no tuviera pero para su alegría, sonó.

Kise sonrió al escuchar los pitidos, por fin había salido del metro y podría contactar con él. Quizá con un poco de suerte y persuasión, podría conseguir que el vago de Aomine Daiki viniera a ayudarle, porque dudaba que los demás lo hicieran. Al cuarto toque, sonó la profunda y sugerente voz de Aomine.

- Has llamado al gran Daiki, en este momento estoy ocupado tratando de vencerme a mí mismo y no puedo atenderte, deja tu mensaje después de la señal.

- Será desgraciado – se escuchó gritar a Kise a punto de tirar el móvil contra la pared – Gran Daiki... será imbécil – gritó de nuevo.

Estaba claro que Aomine estaría jugando a baloncesto con sus amigos mientras él estaba pringado tratando de saber cómo empezar a pintar todo ese cuarto. Sus ojos bajaron hasta el teléfono en su mano calmándose un segundo. Nunca había sido muy claro con Daiki... ahora lo veía, él siempre había estado a su lado, apoyándole, ayudándole, habían sido grandes amigos y le había sacado de todos los problemas. Quizá estaba muy acostumbrado a pedirle ayuda a Daiki pero en realidad... quizá ni siquiera necesitase ayuda, puede que lo único que quisiera era estar a su lado porque le amaba. ¿Lo sabía Daiki? ¿Podría él imaginarse cuánto le necesitaba? No lo sabía porque nunca le había dicho las palabras más importantes. Puede que Aomine se riera de él si se las decía. Sintió... que sólo era un cobarde.

Pintando nuestra vida (Kuroko no basuke, AoKise) Colaboración con Kaoru.Where stories live. Discover now