III. El señor Zorro

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Lady Mary era joven, y lady Mary era bella. Tenía dos hermanos  y más enamorados de los que podía contar. Pero, de todos ellos, el más valiente y el más apuesto era un tal señor Zorro, a quien conoció en cierta ocasión en la hacienda de su padre. Nadie sabía quien era el señor Zorro, pero indudablemente era valiente, por no hablar de rico, y de entre todos sus enamorados, lady Mary solo tenía ojos para él. Por fin, llegaron al acuerdo de que debían casarse. Lady Mary le preguntó al señor Zorro dónde iban a vivir, y él le describió su castillo, y le dijo dónde estaba, pero -cosa extraña- no le preguntó a ella, ni tampoco a sus hermanos, si querían pasarse a verlo.

Así que un día, cuando se aproximaba a la fecha de la boda, mientras sus hermanos estaban fuera y el señor Zorro había salido un día o dos en viaje de negocios -según dijo-, lady Mary se puso en camino hacia el castillo de su prometido. Después de muchas vueltas, consiguió dar con él: era un edificio hermoso, imponente, con altas murallas y una inscripción sobre él:

SED OSADOS, SED OSADOS.

Como la puerta estaba abierta, se coló en el interior del recinto, pero no se encontró con nadie. Entonces, se acercó al portal y vio sobre él otra inscripción:

SED OSADOS, SED OSADOS, PERO NO DEMASIADO OSADOS.

A pesar de todo, continuó avanzando hasta llegar al zaguán. Subió las amplias escalinatas hasta que se encontró junto a una puerta que había en la galería, sobre la que había escrito lo siguiente:

SED OSADOS, SED OSADOS, PERO NO DEMASIADO OSADOS, PUES, SI NO, LA SANGRE SE OS PUEDE HELAR EN EL CORAZÓN.

Pero lady Mary, que era valiente de verdad, abrió la puerta, ¿y qué creéis que vio? Pues cadáveres y esqueletos de bellas damas cubietos de sangre. Por eso, lady Mary pensó que había llegado la hora de salir de aquel lugar horrendo, cerró la puerta y salió cruzando la galería, y justo cuando estaba bajando las escalinatas, a punto de llegar al zaguán, imaginaos a quien vio por la ventana: no era otro que el señor Zorro, que estaba en el portón de entrada y llevaba arrastrando s una bella damisela, a la que intentaba conducir hasta la puerta del castillo. Lady Mary se lanzó escaleras abajo y tuvo el tiempo justo para esconderse tras un tonel, antes de que el señor Zorro se presentara allí con la pobre damisela, que parecía haberse desmayado. El señor Zorro se acercó donde se encontraba lady Mary, y en ese mismo instante reparó en un anillo de diamantes que centelleaba en el dedo de la damisela que llevaba a rastras, y se lo intentó quitar. Pero estaba muy apretado y no salía, así que el señor Zorro se puso a maldecir y a soltar juramentos, desenvainó la espada, la levantó en el aire y la dejó caer sobre la mano de la pobre joven. La hoja le cercenó la mano, que saltó por los aires, y fue a parar nada más que al regazo de lady Mary. El señor Zorro miró en derredor brevemente, pero no pensó en mirar detrás del tonel, así que al final cogió a la joven y volvió a arrastrarla, esta vez escaleras arriba, en dirección a la Cámara Sangrienta.

En cuanto lo oyó cruzar la galería, lady Mary salió con sigilo del edificio, llegó hasta el portón de entrada y se fue corriendo a casa, apretando el paso todo lo que pudo.

Y vete aquí que ese mismo día había de firmarse el contrato matrimonial entre lady Mary y el señor Zorro, y antes del acto se había programado un espléndido desayuno. Cuando el señor Zorro se hubo sentado a la mesa enfrente de lady Mary, la miró.

-¡Qué pálida éstas esta mañana, querida mía!
-Si -respondió ella-. No he logrado dormir bien esta noche. He tenido unas pesadillas horrorosas.
-Los sueños significan siempre lo contrario -dijo el señor Zorro-, pero cuéntanos ese sueño que has tenido, y así tu dulce voz nos hará más ameno el rato que queda hasta que llegue el feliz momento.
-Soñé -dijo lady Mary- que ayer, muy de mañana, partí en busca de tu castillo, y que lo hallé en mitad bosque, rodeado de altos muros y de un foso profundo, y que sobre el portón de entrada había escrito:

SED OSADOS, SED OSADOS.

-Pero no es así, ni tampoco fue así -dijo el señor Zorro.

-Y a continuación subí las escalinatas, y llegué a una galería, al final de la cual había una puerta, sobre la que había escrito lo siguiente:

SED OSADOS, SED OSADOS, PERO NO DEMASIADO OSADOS, PUES, SI NO, LA SANGRE SE OS PUEDE HELAR EN EL CORAZÓN.

-No es así, ni tampoco fue así -dijo el señor Zorro.

-Y luego... pues abrí la puerta y vi que la habitación estaba llena de cadáveres y esqueletos de pobres mujeres, todas muertas y cubiertas de sangre.

-No es así, ni tampoco fue así. Y Dios no quiera que sea así nunca -dijo el señor Zorro.

-Luego soñé que huía despavorida escaleras abajo, y que atravesaba la galería, y justo cuando estaba bajando te veía, señor Zorro, subiendo desde la puerta del zaguán, y llevabas a rastras a una pobre joven, una damisela rica y hermosa.

-No es así, ni tampoco fue así. Y Dios no permita que sea así nunca -dijo el señor Zorro.

-Me lancé despavorida escaleras abajo, y apenas tuve tiempo de esconderme detrás de un tonel cuando tú, señor Zorro, entraste arrastrando del brazo a la joven dama. Y cuando pasaste por delante de mí, señor Zorro, me dio la impresión de que intentabas quitarle el anillo de diamantes que llevaba en el dedo, y como no lo conseguistes, señor Zorro, te vi en mi sueño sacar la espada y cortarle la mano de un solo tajo a la joven, para quitarle el anillo.

-No es así, ni tampoco fue así. Y Dios no quiera que sea así nunca -dijo el señor Zorro, y cuando se estaba levantando del asiento para añadir algo más, lady Mary exclamó:

-Pero es así, y también fue así. Aquí están la mano y el anillo como prueba de ello.

Y al decir esto, se sacó la mano de la dama de debajo de vestido para señalar con ella al señor Zorro.

Inmediatamente, sus hermanos y amigos desenvainaron sus espadas e hicieron pedazos al señor Zorro.

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⏰ Última actualización: Aug 03, 2017 ⏰

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