あなたがいなくて寂しいです

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No sabía dónde estaba. Muchas veces me había perdido en lugares que conocía. Buscaba algo, o a alguien, no sé muy bien, sólo quería no estar perdido. Cuando te vi supe que te buscaba a vos, y que te encontraría al final, sentada, viéndome desde lejos como solías hacer con esos hermosos ojos color café que me enloquecían.
Tus ojos me dejaban más perdido de lo que estaba, no sabía si mirarte o contemplarlos sólo a ellos porque siempre que te pienso lo primero que veo de vos son tus ojos.
Me diste la bienvenida con una de tus sonrisas, que nunca cambian conmigo y cada una de ellas me duele demasiado.
Ibas bien vestida, todo te quedaba bien. Me senté y fingimos hablar, porque de la conversación no salió ninguna palabra, ningún suspiro. Creo que nos conocíamos bien para hablar pero tenía esa inexorable sensación de decirte todo lo que sentía y quería que me digas lo que vos quisieras decirme.
Sólo esperaba que el tiempo no acabe porque sabía que no te iba a ver más como antes, ni tampoco hablar. Te abracé y me devolviste el abrazo. Éramos felices, pero siempre estaba presente lo que hicimos mal, lo que pude haber cambiado. Separamos nuestros cuerpos, sabía que iríamos a otra parte como también sabía que tocarte sería exclusivamente en mis pensamientos. Tomé de tu mano porque no quería soltarte, y porque si vos agarrabas de la mía la iba a soltar porque no sé cuidarte.
Fuimos a comer, siempre quise llevarte a comer, nunca me alcanzó para darte ese "lujo", o darme el lujo a mí, de verte comer, verte sonreír y hacerte feliz.
La pasamos bien, todavía recuerdo tu sonrisa, la que no cambia, la que me volvía loco de felicidad porque si vos estabas feliz yo también lo estaba.
Te levantaste, no supe a dónde fuiste pero aproveché para salir e ir en frente, donde estaba una vidriera con lo que compraría. Cuando quise volver vos estabas afuera, viéndome, con la misma sonrisa, con los mismos ojos, esperándome. Salí y te di una bolsa con algo dentro. Lo abriste y sacaste un vestido, fuiste a probar y te quedaba bien. Era un vestido negro con dorado.
Nunca te dije, pero el color negro te deja hermosa. Y fuiste lo más hermoso que vi porque ya no te vi más.
Agarraste de mi mano, entrelazaste tus dedos con los míos como siempre te gustaba y me besaste en los labios, una lágrima cayó por tu pómulo y no me dejaste limpiarla como siempre lo hacía, más porque soy una bestia y te lastimaba con lo que te decía.
Recordé todo lo que pasó, todo lo mal que hice, y que nunca podré cambiar, pero de entre todo lo que hay lo único que extraño es a vos.

Ojos japonesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora