A su servicio

977 82 33
                                    


Mi nombre era Nacilë Gilraen y había comenzado a trabajar como una de las nuevas mucamas del Bosque Negro. Casi era una suerte que me dieran empleo aquí, quizá les había causado lástima por mi aspecto tan desaliñado o quizá me aceptaron por ser humana, así no tendrían que soportarme tanto tiempo.

La vida de los elfos era tan larga que una simple mortal como yo podría pasar desapercibida antes sus ojos. Ese era uno de los motivos por los que me había animado a entrar en los límites de tan riguroso reino.

Una parte de mí había querido que me mataran por osar poner un pie en territorio elfo, pero no fue exactamente lo que sucedió.

Desde hace unas semanas me dedicaba a limpiar los pisos y los baños. No me trataban bien pero tampoco me podía quejar. Mi vida no ha sido fácil, a mis solo 18 años he sufrido mucho.

Nací en una compañía cerca de los límites de Edoras. Mi padre siempre golpeaba a mi madre, hasta que un día la mató a golpes. Yo sabía que era la siguiente, así que tuve que escapar. Prefería morir de hambre que darle la satisfacción a mi padre de haber arruinado otra vida.

En un intento de pasar desapercibida, me había cortado el cabello a la altura de los hombros, no había servido de nada. Mi piel llamaba mucho la atención, tenía manchas enormes y marrones por todo el cuerpo. Algo similar a las vacas, solo que mis ojos azules brillaban más.

Era exótica, por lo menos así me había descrito mi padre una vez que había intentado venderme por un barril de cerveza.

Moví la cabeza a los lados para no distraerme de mis deberes. Los pisos no solían estar tan sucios, pero esa era una de la tareas que denotaban lo insignificante que era mi posición aquí.

Mi cabello castaño claro había vuelto a crecer con ondas. Ahora que estaba mejor instalada y más tranquila lucía decente.

-Nacilë -me llamó Rodwen, la encargada de las empleadas del rey.-Deja eso y ven aquí.

Obedecí rápidamente ya que no quería que me despidieran.

-¿Qué desea mi señora? -pregunté después de hacer una reverencia.

Rodwen era hermosa, alta y esbelta, con ojos llamativos y expresión conservadora.

-Dijiste que querías ser una empleada más -me miró de arriba abajo y yo asentí segura.-¿Hace cuánto que no te bañas?

-Hace unos días apenas -contesté bajando la mirada, todavía no tenía el privilegio de acceder cuando quisiera a los baños de las empleadas.

-Con eso servirá -murmuró pidiendo que la siguiera.

Me uní a un grupo de sirvientas y mucamas. Todas avanzamos hasta una habitación en la que nunca había estado antes. Los pilares eran enormes y tenían símbolos dorados. Había una silla de oro en el centro, con una pequeña mesita enfrente.
Rodwen nos ordenó que nos pusiéramos en fila.

-Como saben, nuestro rey Thranduil ha guardado luto por su esposa durante varios siglos. Esta mañana he sido informada que la tradición de tener una compañera de cama será renovada hasta nuevo aviso. Ustedes fueron seleccionadas por ser las más nuevas aquí y si las eligen tendrán sus propias obligaciones y mejores condiciones. Si alguna no está de acuerdo puede regresar a trabajar.

No comprendí bien las palabras de Rodwen, pero al mirar que ninguna vacilaba decidí permanecer quieta en mi lugar.

A continuación, el rey ingresó a la sala y tomó asiento en la silla.

Todas le hicimos una reverencia. A su lado, como capitán de la guardia, se puso un elfo alto y fornido de cabello claro. Thranduil tenía la imponente corona dorada encima de su cabeza con cabellos casi plateados.

A su servicio [Oneshot ESDLA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora