El contaminador

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Todas aquellas cosas que se olvidaron en el túnel. El solo que llueve dentro de mí esun sentimiento tan cercano a la muerte que el amor no lo es todo.


Navego por los vientos de un mar angustiado. Surco las nubes de un planeta muerto por el desamor y me deteriora el hecho de marcar tan solo un trozo de vida a cientos de millas. Todos están tan muertos como yo, solo que no lo saben. He vivido a costa de lo que me daba mi intelecto y mis profundas ganas de encontrarme solo en los valles, con los animales, las plantas, mis libros y mi ciencia. Pensé que la equivocación de mi vida me trajo aquí, o es que solo quise huir. A cierta edad comencé a tener esos extraños desatinos que produce la existencia, por la cual no me enorgullezco ni tampoco me arrepiento. La angustia siempre estuvo presente, junto con la soledad que tanto disfruto, se han vuelto en mí un emblema, una fortaleza, una compañía después de vivir tantos años en compañía de mis seres queridos quienes ya han fallecido de vejez... Aquel día de invierno, tomé mis cosas y me marché de la ciudad, en busca del paraíso que tanto había soñado. Un paraíso cuyos caminos estuvieron plagados de ruinas humanas, no solo menciono sobre lo material, si no de la más íntima cercanía con la mente humana, incluyendo la mía. Es pues, aquello que me produjo angustia, poder observar la decadencia de una raza interesante; poder palpar lo que un día fue el centro de mi atención. Sin embargo, con el paso del tiempo pude ser todo lo que el hombre quiere, como por ejemplo, un conquistador, un emperador, un explorador, un científico, un filósofo, un profeta... y asi pasaron cientos de años. Ahora me encuentro solo, surcando los valles devastados con mi avión de caza de los años 40, cuando era un piloto japonés. La misión que se me había encomendado consistía en estrellarme en un acorazado estadounidense, y así lo hice. Mi cuerpo fue restaurado desde las profundidades del mar junto con mi aeroplano, y así me sumergí en las selvas y desiertos del mundo, surcando los cielos, llenándolos del humo de mi muerte y de mi avión. 

Mi refugio se encuentra a unos kilómetros de aquí, sólo me acompañan mis perros y un molino y un para rayos que me proporcionan energía. Cierto día un hombre vino y me dijo que sus semejantes maquinaban su muerte, que tal vez era inminente si regresaba a casa, y cuyas consecuencia serían la muerte de muchos hombres inocentes que pagarían con su vida la sed de venganza. Y Lo alojé en mi sótano. Al día siguiente vinieron a buscarlo sus verdugos, con lanzas, ametralladoras y bombas. ¿Cómo habían llegado hasta aquí? ¿cómo sabían mi nombre? ¿cómo es que aquel hombre asustado había acudido a mí para buscar ayuda? Yo un veterano japonés de la segunda guerra mundial que ya hacia muchos años había muerto. Les dije que no tenía nada que ver con sus grescas, que soy una persona amable y hospitalaria y por eso había refugiado a aquel al hombre en mi sótano. Cuando entraron al sótano solo vieron huesos rotos y ensangrentados, buscaron más y más y encontraron la cabeza de aquel hombre puesta sobre una mesa alumbrada con gastadas velas. Les dije que me dejaran ahí, que al día siguiente verían aquel hombre restaurado, pero que debían pagar un tributo. Como era de esperarse, creyéndome loco me encerraron en una prisión de sus ciudades, sentenciado a morir a manos de un tipo de mirada indiferente. En mi habitación me la pasé meditando y preguntándome acerca del inicio y del fin. Tenía dos espejos y cuando vinieron a entrevistarme, les dije que yo era como dos espejos reflejados, que no tenía un inicio y tampoco un final. Me miraron perplejos, y me dijeron que iríamos hacia donde moriría, me quedé tranquilo caminando encadenado de pies y manos. Usé la fuerza para quitármelos de encima, ahorcándolos con mis cadenas hasta que estas se rompieron en sus cuellos. Lleno de sangre fui corriendo hasta una ventana y salté, muriendo instantáneamente. Mientras mi cuerpo se restauraba, una guerra se acababa de librar en el mundo, la última gran guerra que provoqué porque maté a un líder político. 

Ahora todos ellos están muertos a causa de la guerra que provoqué, sin excepción han muerto mujeres, niños y los hombres más fuertes. A veces mis animales me dicen que algunos se refugian dentro de la tierra, escarbando como topos, sin ver la luz porque sus armas han ennegrecido el cielo que antes era azul. Algunos enloquecieron y se mataron entre sí por alimentos o porque habían llegado al límite de la miseria de vivir sin sol. Dichoso ahora, puedo surcar los cielos que en estos días siempre están muertos, cuido algunas plantas en invernaderos alumbrados por luces artificiales, ya muchas se han extinguido junto a muchas otras criaturas, pero con los años amanecerá y los hombres saldrán de sus refugios y tal vez los mate porque soy su dios, a quien siempre han idealizado y usado para sus más oscuros planes.


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⏰ Última actualización: Aug 11, 2017 ⏰

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