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Si le dieran un dólar a Kay por cada vez que le había salvado el culo a Matt, tendría a Madonna limpiando el suelo y a la reina de Inglaterra haciéndole un sándwich en la cocina

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Si le dieran un dólar a Kay por cada vez que le había salvado el culo a Matt, tendría a Madonna limpiando el suelo y a la reina de Inglaterra haciéndole un sándwich en la cocina. Esa tarde, por supuesto, no era ninguna excepción.

—No voy a ir— repitió Kay por enésima vez.

—¡Oh, vamos! ¿Me vas a dejar colgado? Kay, eres mi mejor amigo, mi hermano de no-sangre, el ying de mi yang...

—Por mucho que me lo pidas, no me voy a mover de la silla— le contestó a su amigo, cansado de discutir.

—Estoy seguro de que Alex te encantará. Rubia, de pelo ondulado y ojos claros...— el tono persuasivo de Matt parecía no convencer del todo al muchacho.

—No me gustan las rubias.

Kay, con las piernas en el escritorio y estirado sobre la silla, miraba impaciente su ordenador, que había quedado congelado mientras editaba unas fotos. Entre tanto, Matt seguía comiéndole la oreja al otro lado del teléfono.

—¿...y es que acaso no recuerdas cuando te olvidaste la libreta en clase y te pasé los apuntes para el examen? ¡Me debes una, Kay Charles Britton!

—Matt, ¡eso fue hace cuatro años, ya supéralo! —espiró a la vez que bajaba las piernas del brillante escritorio de madera— Además, tu novia me odia, y yo la odio a ella. Nos odiamos mutuamente.

—A ver, a ver. Odiar es una palabra un poco fuerte. Tenéis vuestras diferencias, pero Haley y tú...

—Haley y yo, nada —el rubio se levanto rápidamente—, imagina su cara cuando descubra que la cita de su adorada prima es el insoportable y antisocial rubio mejor amigo de su novio. Probablemente caiga desmayada, en plan telenovela latina de la tarde —dijo mientras movía excesivamente las manos, y caminaba por todo el cuarto.

—Kay, ¿estás seguro de que Nicole no tiene nada que ver con...?

—Calla —le interrumpió su amigo—, no pienso ir a esa estúpida cita doble, con la estúpida de tu novia, la estúpida de la prima de tu novia y tú, estúpido.

...

Suspiró antes de abotonarse el último botón de su camiseta blanca. Aún no entendía como su amigo había conseguido liarlo para asistir a esa cita doble. Tenía algún que otro plan; fingiría estar enfermo, o que había recibido una llamada de emergencia, o que se había escapado su tortuga... Fuera como fuese, no estaría en esa cena por más de una hora, la vida era demasiado corta como para malgastarla soportando a una rubia caprichosa y a la parejita de turno. Sí, definitivamente, necesitaba salir en cuanto antes de esa cena.

Escuchó, entonces, la pita del coche que le esperaba. Se miró por última vez al espejo; la camisa blanca apagaba ligeramente el brillo de sus ojos color miel y cabello rubio, llevaba un pantalón vaquero negro. Nada demasiado formal, si su amigo esperaba americana con corbata y pantalones de pana, estaba muy equivocado.

Sin Toque De QuedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora