Mine

One Shot

Mientras sus rodillas se doblaban suavemente el filo de las cuchillas elevaban un suspiro del hielo a su paso. El camino que trazaba Yuzuru sobre la pista se compenetraba al dulce ritmo de la música que sonaba imponente al son de un piano.

Desde el barandal Brian lo monitoreaba con su mirada atenta, moviéndose un poco en forma inconsciente cada vez que su pupilo se despegaba del hielo en un salto y moviendo su puño cuando caía impecable sobre las cuchillas. Ser el entrenador y espectador de aquel prodigio japonés era un placer para él. Podía apreciar y ayudar a pulir aquellas poses que estaban empapadas de elegancia, buscando siempre llevar a su protegido a su máximo potencial.

Yuzuru lentamente acomodó la postura final con los últimos toques de esa dulce melodía. Su pecho subía y bajaba en forma leve, escapándose entre sus pequeños labios que formaban una sonrisa llena de confianza al haber clavado todos los saltos. Miró a Brian que de inmediato le dio su aprobación con un movimiento de su cabeza y con un entusiasmo propio de un niño elevó sus brazos feliz.

Javier estaba sentado en uno de los bancos que poseía el estadio, intentando no molestar la rutina que estaba desarrollando su mayor rival ni a su entrenador. Sin embargo, desde allí podía ver a la perfección todo lo que sucedía y sonreía con suavidad ante los juegos que desarrollaba Yuzuru. No importaba cuantas veces fuera coronado con el oro, el joven japonés siempre mantenía vigente esa suave inocencia en sus acciones.

Después de haber culminado la Grand Prix se habían separado, retomando cada uno a su país de origen con su meta en los campeonatos nacionales. Javier había logrado restablecerse luego del tropezón que le había significado el anterior torneo, consiguiendo una victoria arrolladora y logrando así, poder recuperar su entusiasmo.

Pero a gran diferencia de él, su compañero había llegado con fiebre y gripe a Japón. Su estado de salud había abierto un enorme debate en la asociación japonesa, porque al pasar los días lejos de mejorar tuvo que ser recluido a reposo absoluto. Por lo que estando a tan sólo unos días de que iniciara la competencia se había decidido optar por sacarle partido al incidente.

Por primera vez Yuzuru Hanyu no se presentó en el Campeonato Nacional y apenas estuvo en condiciones favorables había viajado a Toronto para prepararse bajo la tutela de Brian para el Campeonato de los Cuatro Continentes.

Tan sólo una semana después Javier llegó al país reencontrándose con su amigo en aquellos departamentos que en varias oportunidades les había tocado convivir. Ambos tenían pactado entrenamiento con Brian para torneos diferentes, por lo que procuraban disfrutar ese corto tiempo que no eran rivales para ser simples compañeros*.

Sin embargo, el entrenamiento de Javier ya había terminado hace un par de horas, pero había decido quedarse para mirar atentamente el entrenamiento de Yuzuru. A final de cuentas le gustaba poder admirarlo más allá de la competencia como el increíble patinador que era.

La delgada silueta de Yuzuru había recuperado energías mientras escuchaba las instrucciones que le dictaba su entrenador, antes de volver al centro de la pista. Brian volvió a presionar el botón de play y la música poderosa e inconfundible de "Let's Go Crazy" resonó por todo el estadio. Con ello comenzó el increíble programa del prodigio japonés que estaba tan mimetizado con su rutina que ejecutaba a la perfección cada uno de los pasos.

Sus movimientos sensuales y llenos de energía no pasaban desapercibos para ambos espectadores. Javier había chasqueado su lengua con suavidad para acomodarse de nuevo en su sitio. No podía limitar la sonrisa que decoraba sus labios en ese momento. Porque aunque Yuzuru fuera un niño que desprendía constantemente ingenuidad sabía manipular sus expresiones para convertirse en alguien lleno de sensualidad.