"CONTIGO Y SIN TI" I capitulo

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¡Hoy es el día más maravilloso de mi vida! La chica que me gustaba me dijo que sí.
Jeni. Es una chica de cabellera muy larga, simplemente como una princesa. Es casi perfecta, a no ser por un pequeño y desapercibido detalle: si la realidad es ésta, ella es...¡más grande que yo! Sin embargo, a mis diez años, todavía tengo la esperanza de crecer. Es mi primer enamorada, y siento que será la persona que me acompañe para toda la vida, o eso es lo que pensamos todos, es ese "primer amor" que llega a nuestras vidas y el cual pensamos que será eterno.

Mirándola a los ojos y con las piernas temblorosas, me encontraba frente a ella para recibir mi primer beso. Ese beso que marcaría esta etapa de mi vida, y con ello parte de mi historia para siempre. En mi mente se reflejaban pequeñas suposiciones de lo que podría suceder al besarla :
Que no le guste y me pegue una cachetada.
Que alguien nos descubra.
Que sus padres lleguen y nos obliguen a casarnos.
Pese a mis dudas, me armé de valor, me aproximé hacia ella para tomar sus manos entre las mías, y cerrando los ojos sentí ese roce donde las pequeñas mariposas en el estomago toman lugar. Fueron los tres segundos más largos y fantásticos de mi vida.

"¡Me tengo que ir! No tengo mucho tiempo", me dijo muy asustada dándome un beso y un 'te quiero' muy pausado, pues ella era la típica chica a quien sus padres controlaban mucho; no está de más decir porque era hija única, siendo casi imposible salir con ella o poder conversar un rato.

Nuestro único tiempo era la misa en los domingos. Cabe recalcar que fue por ella que aprendí a ir, aún sabiendo que iba contra mis principios, ya que mis padres eran de otra religión. Pero, siendo esos los únicos momentos que podía estar con ella, ya no me importaba nada más. Y, aunque no podíamos hablar mucho, era suficiente caminar a su lado por dos cuadras hasta llegar a su casa, y mis principios ya estaban ligados a sus encantos.

Ella siempre salía con su amiga ya que tan sólo con ella le dejaban ir a misa. Claro, su amiga era también la mía, así que no había casi ninguna manera de que sus padres pudieran llegar enterarse. Poco a poco ella comenzó a faltar a misa, a los únicos momentos en que nos podíamos ver, pues sus padres ya no la querían dejar salir. Fue en esos días que mi madre decidió cambiarse de casa. No vivir en la misma calle que ella iba a hacer cada vez más imposible el hecho de verla, así que poco a poco nos fuimos alejando, y dejé de verla, sin alguna vez habernos dicho "terminamos.

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