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Louis no sabe cuantas veces ha leído las pequeñas notas en los últimos diez años.
Anhela, con todo su corazón, que Harry y su hijo León estén juntos, cuidándolo desde arriba.

No culpa a Harry, nadie tiene la culpa. Su novio tenía 17 años, era un niño. ¿Qué podía hacer?

Lo que mas le duele es imaginar todo el dolor que sintió su novio, y él, en su ceguera, jamás lo notó. No le importaba sentir los temblores a un lado de su cama cuando dormían. Tampoco el estado tan demacrado del chico.

-A veces me pongo a pensar en lo que pudo ser, Harry. Nunca me imaginé en un escenario así pero ahora... bueno, me gusta soñar con ustedes. Nos dibujo, a León con mis ojos y tus hoyuelos. Con pelo lacio y rubio, como lo tenias de pequeño. Con ese brillo en su sonrisa. Diablos, Harry. Me haces tanta falta...me consuela el hecho de que que eres feliz, un alma como la tuya no era capaz de ir al limbo-una sonrisa pequeña aparece en su rostro-tan inocente, eras un barco sin guía, bebé...los amo tanto.

-Nosotros también -una voz a su espalda lo hizo voltear, ahí estaba Harry con un bebé en brazos. El pequeño era justo como el ojiazul lo imaginaba. Le sonreía con pequeños dientecitos. Louis lloró, estaba bien hacerlo.

-Te extraño, Harry, no tienes idea de cuanto.

-Cariño, sólo espera.

Louis asintió y las dos figuras desaparecieron.

Tal vez, si Harry hubiera sabido que el castaño era su guía, ellos estarían llevando a León a su primer día de escuela. Tal vez tendrían a más niños y una linda casa con jardín.

Suspira y se levanta, le sonríe a la lápida y da media vuelta.

Al llegar a casa haría un cuadro de León, Harry y él. Como la perfecta familia que jamás podrán ser.

León|Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora