En el verano de mi vida, y con la celeridad de los días que pasaban sin sentido ante mis ojos, la conocí, como una persona más del montón llegó a mi vida sin que yo me diera cuenta. Sin que yo lo sospechara si quiera llegó para quedarse, para hacer un espacio en mi corazón y para provocar en mí sentimientos nunca antes anegados por mi ser.
En el otoño de su vida, cuando llovía, conocí su historia y al escucharla salir de sus labios y saber lo que su corazón inundado en tristeza y soledad escondía, sentí algo que nunca había sentido. Al verla llorar, sin pensarlo, la abracé. Hacía frío, las hojas caían y al envolverla con mis brazos tuve el profundo deseo de protegerla con mi vida.
En el invierno de nuestra vida, mientras los copos de nieve caían lentamente; cuando todo era frío y oscuro para las dos, estuvimos al lado de la otra; dispuestas a apoyarnos, haciéndonos compañía: compartiendo nuestro calor. Al ser compañeras empezamos a tener sentimientos hacia la otra. Pero todo cambió con la sensación de que esta vez era diferente.
Esta vez, ese cariño era más allá de lo normal, una angustia profunda al no saber de la otra o al no poder hacer nada para ayudarla. En el invierno de nuestra vida, se desató una tormenta de nieve que nos traía miles de sentimientos encontrados, dejándonos en confusión, expectantes a saber qué era lo que nuestro corazón sentía. La nieve lentamente cubrió la semilla que empezaba a germinar sin remedio.
Y en la primavera de mi vida...nuestro amor floreció.
Supimos lo que nuestro corazón sentía, y cuidábamos la una de la otra con celo, lealtad y gran cariño. En primavera, hicimos crecer lo que sentíamos, aún a costa de no saber si era lo correcto, si era bueno para nosotras o si nos lastimarían las espinas de aquella rosa roja teñida de negro que hacíamos crecer con el paso del tiempo.
En primavera, con otro tipo de sentimientos, tuvimos que esforzarnos para hacer sobrevivir nuestro amor, cuidando aquella rosa contra todo tipo de espinos, hiedras venenosas y horribles insectos que nos querían herir.
Descubrimos que, en plena primavera, también habían tormentas.
Pero a pesar de todo, vivíamos con una semilla de esperanza plantada en nuestro corazón, porque después de todo, era primavera y las flores se abrían.
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Estaciones.
Short StoryLa vida nunca es estable, la vida transcurre sin parar; la vida cambia para bien, otras veces para mal. A veces cambia de maneras que no advertimos y otras en las que nos cambia la manera de verla. Pero es seguro, para cada uno de estos cambios hay...