Inevitable.

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El trabajo lo tenía demasiado estresado; el constante sonido del teléfono, las citas agendadas por los clientes, la compra de nuevos productos y los asuntos individuales de la compañía, se convirtieron en un verdadero martirio. Todo, gracias a que decidió despedir a su incompetente secretaria, pero aun con ella, el estrés jamás se redujo; la sinvergüenza mujer se la pasaba holgazaneando, limpiando y pintando sus largas uñas, atendiendo temas relacionados con su belleza y evitando cualquier deber dentro de la empresa.

Tal vez su paciencia no se habría quebrado si aquella bonita y mordaz lengua se mantuviera en su lugar, pero la impertinente mujer se negó a cumplir con sus obligaciones, ofendiéndolo y gritando una sarta de palabrerías en su contra. Expresó sin más, que cualquier problema de la empresa eran asuntos aburridos y sin contribución a si misma; por si fuera poco, gritó que no auxiliaría a ningún perro como él, a hacerse más rico de lo que ya era.

Bien, aunque no podía arrepentirse del descanso de aquél drama, deseaba tranquilidad y enfocarse a lo que realmente le correspondía como presidente de la empresa. Cansado pasó sus dedos por el cabello oscuro y cerró los ojos con frustración, hace más de dos semanas que no veía a su adorable esposa y ni siquiera salía a divertirse con sus viejos amigos debido al trabajo; el único consuelo es que no era el único. Miroku estaba en la misma situación que él.

Solo que su amigo poseía la buena fortuna de tener a su esposa en el mismo país, Kikyo por el contrario, estaba demasiado lejos para alcanzarla. Las llamadas eran una buena opción, pero lamentablemente no podía fastidiar una sesión de trabajo, el tacto de su esposa solo lograría tenerlo hasta que ella volviera.

Desesperado, se levantó bruscamente y caminó hacia el pequeño sofá ubicado en una esquina de su oficina, la necesidad de dormir un poco y recuperar energía lo incitaron a dejarse llevar por el sueño. Más tarde, prometió, se pondría al corriente con los papeleos.

...

Este no era su día de suerte, los pies le dolían y su estómago gruñía, exigiendo algo para comer, había pasado toda la mañana buscando un empleo, pero en las agencias que se había presentado ninguno necesitaba a una fotógrafa recién graduada; para todos ellos, solo era una novata.

Se detuvo frente a un enorme aparador, su mirada café inspeccionó las prendas de marca y la elegante joyería, podría comprarla, una pieza por mes se dijo a sí misma, pero eso equivalía a gastar todo su dinero o lo poco que quedaba. Si conseguía un empleo debería cambiar su atuendo, verse elegante y sofisticada, presentía que los ajustados jeans y sus zapatillas de deporte no eran la elección correcta, menos si su misión era trabajar en una empresa de modelaje. Pero el atuendo más formal que poseía era una desgastada falda color verde olivo y una blusa holgada que alguna vez perteneció a su abuela. Y en cuestión a zapatos, podría usar los de su madre, aún calificaban como modernos, pero caminar con ellos sería un verdadero castigo. Suspiró cansada, acercándose más al cristal, observando detenidamente cada prenda; la idea de poseer algo así la llevo a considerar la opción de casarse, conseguir un novio o un apuesto hombre rico como amante. El ridículo pensamiento casi la hizo reír, la posibilidad de hacerlo era nula, primero, porque para su desgracia su corazón ya había sido roto, segundo, la palabra amor sonaba tan vacía para ella y tercero, nadie con un estatus superior voltearía a darle una segunda mirada. No es que fuera horrible, pero se consideraba una aburrida.

Además, ¿podría ella convertirse en la aventura accidental de algún hombre rico? Alguien que quedara fascinado por ella, atractivo y que no fuera lo suficientemente viejo. Sin compromisos de por medio, aunque solo se aventurara a disfrutar de aquello. Evidentemente no, ella no era así, su último novio era un recuerdo lejano de cuando tenía quince años y nunca permitió que las cosas pasaran al siguiente nivel, bien podría haber pasado por anticuada o porque a pesar de que era un joven apuesto, temía ser usada y abandonada. A veces, en ocasiones tan extrañas como esta, desearía ser una mujer seductora, atrevida y sin problemas a disfrutar de su sexualidad; no necesariamente entregarse por joyas o dinero, solo por placer.

Consecuencias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora