Ganadora del jurado, VII concurso de Sttorybox
Un atardecer anaranjado se veía reflejado en el cielo. Y yo formaba parte de él. No sabía cómo había acabado allí, sumida en la luz de un ocaso en decadencia. Sin embargo, ya no quería salir de allí. Un prado con distintos brotes de vegetación irregular se extendían frente a mí. Los sonidos de animales jamás vistos resonaban a lo lejos. ¿Habían más seres parecidos a mí? Pero, ¿quién o qué era yo? Las incógnitas iban acumulándose a medida que avanzaba, intentando no destrozar tan bello paisaje. Abandoné la realidad, sumiéndome en mi mente, hasta que noté que el suelo dejaba de ser mullido pasando a estar cubierto de piedra. Alcé la vista. Unos metros más allá, la tierra acababa. Las olas, enfurecidas, golpeaban contra las rocas. Las salpicaduras llegaban hasta unos pocos metros de mis pies. Fácilmente alcanzables con unos pasos.
—¡Kawalteza! —Gritó un ser extraño detrás de mí.
Di media vuelta, avanzando un paso hacia el acantilado, de espaldas. ¿Qué me había llamado? El ser en cuestión, no medía más de medio metro, era verde rana y andaba de forma extraña. Era una especie de rana-elfo, creí.
Retrocedí unos pasos. Unas diminutas piedras cayeron acantilado abajo. El ser extraño sonrió. Retrocedí otro paso, poco confiada en el ser rana-elfo quien se acercaba cada vez más. El último paso, con el pie derecho hacia atrás, fue el definitivo. Resbalé, cayendo lentamente, con la risa del ser de fondo. No entendía nada, sin embargo, noté cierto paralelismo con una historia arcaica sobre una niña rubia y un conejo. La velocidad de la caída de espaldas iba aumentando gradualmente, sin llegar a ser vertiginosa, hasta que aterricé en una superficie dura.
Miré a mi alrededor. Parecía un barco típico de la época vikinga. El navío estaba todo hecho de madera y pieles de algún ser desconocido. Unos escudos redondos decoraban el casco a ambos lados de la estructura. En proa, en lugar de la típica sirena, había un animal parecido a un león marino con cuernos y piernas, en lugar de cola. La rana-elfo cayó a mi lado, con una sonrisa surcándole la cara.
—Kawalteza es un placer tenerla aquí de nuevo. —Dijo el ser, entre silbidos semejantes a una serpiente.
—¿Quién eres? —Pregunté armándome de valor.
El ser pareció sorprenderse un poco ante la pregunta. Ladeó su rechoncha cara hacia la derecha, y me observó con sus ojos saltones. Las orejas puntiagudas se movieron, de derecha a izquierda, como una pantalla parabólica.
—Su majestad ¿no me recuerda? —Preguntó con tristeza—. ¿tanto le ha afectado su viaje a las tierras nuevas?
Fruncí el ceño o, al menos, eso creí hacer. Distintos seres desconocidos para mí cruzaron la cubierta transportando distintos objetos extraños. ¿Pertenecía yo a este lugar? ¿Había nacido aquí? ¿Qué viaje había realizado? El ser, al ver mi confusión, suspiró y se acercó a mí.
—Kawalteza. Es usted la reina de todo cuanto alcanza la vista desde tiempos inmemoriables. Querida por todos, y odiada por los marineros extranjeros, únicamente. Es usted inmortal. ¿De verdad que no recuerda nada de su viaje a las tierras lejanas?
—No recuerdo nada. —Murmuré intentando hacer memoria.
—Éste es su navío, el Tritón VII. Los barcos anteriores fueron derribados por aquellos a quienes fue a visitar hace dos días. Yo soy su consejero, Middelie. Llevamos juntos desde su nacimiento junto a éstas tierras. Ambos nacimos aquí, frutos de una misma catástrofe geográfica.
Hice una mueca de asco. ¿Esa cosa y yo éramos parte de un mismo ser? Me alejé unos pasos y me volteé, quedando de cara a una mujer arrugada y vieja. Solté un grito leve y salté hacia atrás. La mujer en cuestión parecía ser una especie de chamán de tribu. Middelie se rió con ganas.
—Habberette, preséntate. Su majestad parece tener ciertos periodos de amnesia. —Dijo el bicho verde, muerto de la risa.
La mujer, con paciencia, se acercó a mí y colocó su mano derecha sobre mi rostro. Su piel suave y caliente me recordó a algo antiguo, como de mi niñez. Me retiré, consternada. Ella sonrió.
—Habberette, bruja ejecutada en el siglo XV. Tú, joven y bella Kawalteza, me salvaste. Dijiste que no era digna de morir en una hoguera por mostrar mis dones, y me buscaste un hueco en tu navío, desafiando a Cronos, dios del tiempo. —La mujer sonrió, haciendo una reverencia.
Parpadeé varias veces. Conocía aquellas historias, pero me sonaban lejanas, como si hubiesen sido cosas que me habían narrado. No conocía mi aspecto, por lo que me acerqué a la primera pantalla reflectante del navío. Me observé con asombro. Me asemejaba a una ninfa de la mitología griega. Sin embargo, había ciertos aspectos dispares. Tenía el pelo largo, hasta las rodillas que me rodeaba como un halo de luz plateada. Mi rostro, de un color verde pálido, estaba perfilado con unos rasgos perfectos. Vestía ropajes ajustados pero holgados, haciéndolos extravagantes. Un top violeta se ajustaba a mi torso pero, a su vez, unas mangas abultadas dejaban mis hombros al aire marino que llegaban hasta las muñecas. Los pantalones, ajustados en la cintura, con un cinturón de tela anudado en el centro se dejaban caer hasta cerrarse en el tobillo, donde nada me cubría los pies. Unas pulseras tribales me decoraban las muñecas y tobillos, dejando reflejos dorados. Una pequeña capa de la longitud de mi cabello me colgaba a la espalda. Una cinta sobre mi cabeza complementaba el atuendo.
Di una vuelta sobre mi misma, viéndome por primera vez. Por detrás de mí se acercó un joven apuesto. Sorprendida y avergonzada de la escena que estaba montando, me giré hacia él. Me cogió la mano e, hincando una rodilla en el suelo, me la besó.
—Han llegado noticias hacia mi persona referentes a su pérdida de memoria, Kawalteza. ¿Es eso cierto?
—Lo es. ¿Quién es usted?
—Su apuesto novio, por supuesto. —Sonrió mostrando su blanca dentadura.
Retrocedí, zafándome de su contacto. No me cuadraba. No era una persona que se viera con un acompañante sentimental durante toda la eternidad de mi reinado en ésta inhóspita tierra llena de criaturas procedentes de mitologías dispares y de ningún lado a la vez.
—No se deje engañar, majestad. Él es su petulante y mujeriego primo.
—Astocas a sus pies majestad. —Se rió él.
Sonreí. Eso me cuadraba más. Negué con la cabeza y me alejé, explorando el extraño navío que cada vez lo sentía más mío. Middelie me explicó que conocían lo sucedido en el viaje por Astocas, quien me acompañó junto a mis más fieles combatientes. Era una visita cordial ofrecida por el rey de las tierras lejanas que resultó ser una trampa y, por ello, acabamos en una situación un tanto absurda. Al parecer, el rey de las tierras lejanas, Midas, quería mi poder de viajar en el tiempo con mi navío; el mismo que ocupábamos en ese momento. Y yo no estaba dispuesta a dárselo.
—Por ello, el ogro intentó encerrarte, pero Kawalteza... Nunca te había visto pelear así. Parecías fuera de control, como si no fueras tú. Actuabas con violencia, cuando de normal eres tranquila y fría.
—No sé a que pudo deberse.
—Tengo una teoría, Kawalteza. —Dijo Habberette—. Midas es famoso por su poder, y puedo leer en tu aura un hechizo. Supongo que debe ser la ley de «Si no es mío, no es de nadie». Midas te ha borrado la memoria.
Me quedé pensativa unos segundos. La mente iba esclareciéndose lentamente, sin embargo había aún muchos aspectos que se me escapaban. Una idea se iba formando en mi mente, arrasando con todo.
—¿Confiáis en mí? —Sonreí.
Los presentes se miraron entre ellos. Con cierto temor a lo que pudiera hacer, se lo pensaron un poco, antes de afirmar que lo hacían. Me moví hasta el timón del barco, cogiéndolo con ambas manos.
—Navegantes del Tritón VII. —Llamé—. Si hay algo que me toca la moral, es que jueguen conmigo. Quien no confíe en mí, y quien no esté dispuesto a acompañarme, que se tire por la borda.
Hubo un silencio sepulcral, en el que sólo se oía el rumor de las olas. Nadie se movió, y me temí un motín contra mi persona, sin embargo unas sonrisas recorrieron los distintos rostros de los tripulantes. Tenía la confianza de aquellas criaturas, y no estaba dispuesta a defraudarles. La memoria volvía a mí. Ningún hechizo duraba para siempre. Pero una muerte... Una muerte acababa con todo. Una vuelta al pasado podía cambiarlo. Y, sobretodo, estaba dispuesta a correr el riesgo.
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Más que probable (Relatos, #1)
Non-FictionPUBLICADO EN FÍSICO EN LULU.COM Y AMAZON. |Recopilación de relatos| «La vida te arrastra, puedes seguir su ritmo o quedarte estancado. Sin embargo, ella continuará contigo o sin ti» ______________________ Publicado en Lulu.com. ISB...