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Me desperté en una sentada en una silla y con los ojos vendados.

-Se que hay alguien aquí otra vez, así que dime, ¿Donde estoy?
Oí a alguien intentar no hacer ruido y contener la respiración.

-¡Contesta! -Exigí con la voz más autoritaria que pude.

La persona no se molestó más en ser discreta y salió corriendo hasta que oí una puerta abrirse y cerrarse tiempo después.

-Que cruel, has asustado a la enfermera. -Me dijo una voz masculina.

-¿¡Porque me trajeron aquí!? ¿¡Que quieren de mi!?

-Alice, estas en un centro de rehabilitación psiquiátrica.  Solo quiero hablar contigo. Tienes un problema, y quiero que lo resolvamos...

-¿¡UN PROBLEMA!?-Le grité- ¿¡RESOLVERLO!? ¿¡PORQUÉ TENGO QUE COOPERAR CON ALGUIEN QUE NO CONOZCO!?- Lo lamento por el pobre tipo que tuvo que escucharme. Sé que es su trabajo, pero en ese momento no me importó.

-Tranquila, tranquila. Lo primero es conocernos, porque como has dicho antes, nadie querría cooperar con un desconocido.

No le contesté. Siempre pasaba lo mismo.

-Vamos a empezar con unas pruebas básicas. ¿Has recordado algo?

-Números de teléfono. Y un jardín de niños. Y... -Decidí que no le hablaría sobre el. Quería que fuera mi secreto.

-¿Y? ¿Que más?

-A Diana.

-Muy bien. ¿Sabes de quienes son los números de teléfono?

-No.

-Dámelos, los investigaré más tarde.

-No. No quiero. Si los quiere, podría empezar por sacarme la venda de los ojos.

-Me temo que eso no es posible, así que empezaremos con las pruebas serias.

Sentí que me agarraban de los brazos con fuerza, pero no podía moverlos para soltarme. Me levantaron y me sentaron a la fuerza en lo que parecía ser una silla.

-¿Que es esto? ¡Suéltenme!

-Esto te puede doler un poco, pero relájate, no te matará.

Me pusieron una especie de casco metálico.

-Esto está hecho para activar las actividades del cerebro, enviando ondas electromagnéticas y microondas que harán resonancia en tu memoria. Empezará en 3... 2... 1...

Sentí el ruido de la maquina activarse, acto seguido un dolor horrible. Empecé a gritar, y note que me ponían algo de cuero para amarrarme a la silla.

Se me salían las lágrimas y sentía que se me salían los ojos. No podía dejar de gritar, mientras de mi boca caía la saliva y la garganta me escocía.
Me estaba quemando.

Los gritos sacudían la instancia, y ya no oía nada más.

No Las Conoces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora