Al fin y al cabo volvieron a encontrarse. Dentro de un elevador sin escapatoria sin escondite seguro. Fue un momento incomodo y apestaba a miedo. Había mucho que decir pero no habían palabras para ello. El silencio las rodeaba el contacto visual no pasaba. Era algo que ambas habían evadido diariamente; cambiando horarios evitando lugares solo para no ver sus lunares. Teñí mi cabello y ella recorto el suyo. Un celaje nuevo no reconocible y aun así aquí estamos lado a lado con alguien a quien habíamos amado. El olor a miedo desvanecio a inquietud e inseguridad. No sabia a donde mirar; no sabia si hablar o callar. Las puertas se abrieron y ella se volvió a marchar sin mirar atrás.