La añoranza es un sentimiento feo, muy feo. Te aprieta la garganta y te oprime el pecho, justo ahí, en el corazón, dejándote casi sin aire.
En algunas personas la añoranza se mide a pulso con los lagrimales, casi siempre vencedora, desatando arroyos, ríos e incluso mares de lágrimas.
En otras, en cambio, tan sólo se condensa en forma de neblina y les nubla la mente, opacando todos los demás pensamientos con la imagen de eso que se añora; perdiendo la vista en un plano más allá, invisible para los demás.Para la mayoría, extrañar es sinónimo de afecto y afinidad. Sin embargo, para algunos -los más cerrados- es sinónimo de debilidad. No sé si está bien o mal, no voy a entrar en eso. Pero de algo estoy seguro y es que, aún si no lo demostramos, todos extrañamos.
Yo creo que extrañar es sentir la necesidad de volver a ver a alguien, de volver a hacer algo, de volver a algún lugar. Es por eso que creo que hay múltiples formas de extrañar, y múltiples ocasiones en las que uno extraña (claro que todo depende de la intensidad del vínculo que uno tenga con eso añorado).
Eventualmente se dice que uno puede extrañar muchas cosas: lugares, épocas, pasatiempos, personas, y algún que otro etcétera. Sin embargo yo me atrevo a pensar que uno añora únicamente sentimientos o sensaciones.
Piensen, ¿por qué se extrañan unas vacaciones en las sierras cordobesas? Por su aura de paz, por la satisfacción que nos genera respirar aire puro y relajarnos, por el placer que nos genera tal serenidad.
»¿Por qué se extraña la infancia al llegar a la adolescencia o a la adultez? Simple, porque en esa etapa uno no tiene casi responsabilidades, porque no sufre de estrés y porque puede disfrutar del ocio casi a tiempo completo.
»¿Por qué se extraña jugar con amigos casi todos los días? Bueno, no es muy difícil, porque eso divierte, libera tensiones, distiende.Y lo mismo pasa con las personas. De hecho, las personas son el mejor ejemplo. Cuando la extraño, no la extraño a ella; extraño el limbo en el que me sumo cuando nuestros labios se entrelazan, extraño la paz que me genera acurrucarme entre sus brazos, extraño el placer que me genera reírme con ella.
Uno generalmente extraña pasado un tiempo, sin embargo, yo creo que la peor de las añoranzas es esa que hace acto de presencia en el momento inmediatamente posterior a separarte de alguien. Yo la identifico con un sentimiento de vacío en el pecho, un vacío que me dice que no fue suficiente. Especialmente me pasa cuando la veo triste, o enojada, o simplemente cuando no la veo feliz y sonriente. En esos momentos siento que necesito acompañarla aunque sea solamente abrazándola y mantenerme en silencio. Lamentablemente, muchas veces tengo que dejarla, generalmente por orden mayor, y eso me frustra, me enoja, me angustia...
