Asesino

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Hace frío, lo siente en sus huesos, es una noche difícil, ellos no se callan, no siente miedo, siente fastidio. Déjenme dormir.

Abre los ojos.

No sabe qué hora es, pero por el sol, piensa que deben ser alrededor de las 8 a.m, se levanta de su maltratada cama, no se molesta en tenderla, simplemente deja así las sabanas. Se talla los ojos, la luz lo lastima. Está parado enfrente de esa gran ventana, los oye, están abajo, caminando, el sol los debió activar. Abre la ventana de golpe, deja asomar todo su cuerpo por el balcón del segundo piso.

-¡Buenos días, damas y caballeros!

Lo voltearon a ver.

-¡Hoy es un nuevo extraordinario día!

Ellos siguieron caminando, algunos siguieron parados mientras lo veían con esa mirada tan apagada que él odiaba en ellos.

-Mi nombre es Tyler Joseph... yo soy... el rey del mundo. ¿Me escucharon?

Apenas había dos o tres de ellos viéndolo.

-¡MI NOMBRE ES TYLER JOSEPH!

Lo escucharon, por un momento todos voltearon a verlo, él los miro a todos, molesto, los odiaba a todos y cada uno de ellos, esos muertos que regresaron a la vida hace años y se llevaron todo lo que él conocía, los odiaba, los odiaba por llevarse a todos y por dejar en su lugar sacos de carne podrida con aparente vida pero muerte en la mirada. Pero en realidad, los odiaba por una razón aún más visceral. Ellos no le hacían nada, nunca, lo pasaban de largo, lo miraban, se acercaban, y justo cuando él pensaba que su fin llegaría, lo pasaban de largo.

Se dirigió a su alacena, sacó de ahí una lata al azar, la revisó y después la abrió.

-Hoy parece que toca atún.

Comió el interior de la lata con desánimo, lo hacía parado porque no podía aguantar quedarse quieto, le dolía no tener nada que hacer, la calma lo hacía pensar, y pensar era darse cuenta de que estaba completamente solo.

Pasaba el día entreteniéndose en cualquier cosa que estuviera cerca de él, no le gustaba alejarse mucho de casa, odiaba estar cerca de ellos, en su lugar les aventaba cosas desde las alturas, iba a la biblioteca de la calle de al lado y tomaba un libro que leía todo casi siempre en un día o dos. Él no contaba el tiempo que llevaba solo, pero ver la montaña de libros que ya había leído lo hacía estremecer, él necesitaba compañía, el deseo de hablar con alguien lo carcomía vivo, nunca pensó que mataría por hablar incluso con el imbécil que lo molestaba  en la universidad.
Le gustaba usar su telescopio para ver a lo lejos casas abandonadas e imaginar cómo fue la vida de la persona que vivía ahí antes de todo, a veces salía a caminar, y de vez en cuando, iba a un centro comercial cercano a su casa para abastecerse de provisiones para unos cuantos días.
Pensó "no tengo más comida en mi casa, unas sábanas nuevas me vendrían muy bien", así que se dirigió al centro comercial, estaba a una hora de anochecer. Cuando llegó al lugar se dio cuenta de algo, tanto tiempo había pasado, que él ya había vaciado ese centro comercial, no quedaba nada de alimentos, excepto esas frituras sabor a banana que él por ninguna razón del mundo, incluso el evidente Apocalipsis, se dignaría a probar.

-Creo que tengo que ir al centro comercial más cercano después de este... odio ir muy lejos de casa.- Dijo en voz baja, sabía que debía apurarse porque se haría de noche, a parte, las nubes no pintaban bien, seguro habría una tormenta, así aue rápidamente emprendió marcha.

Bones Remain: Anthology Where stories live. Discover now