1, 2, 3, dispara

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No sé cómo he llegado hasta acá, es mi culpa, dejé que esto pasara.

1, 2, 3. Despierta.

Abro los ojos, lo estoy viendo, siento su arma en mi boca, esto es el fin, es mi culpa.

Mírame.

Lo veo mientras estoy arrodillado en el suelo con las manos atadas a mis espaldas. Lo sé, las ataduras no son más que mis propios sesos inmovilizándome, metafóricamente, claro.
Me dice que he echado todo a perder, lo sé, sé a qué se refiere, yo tampoco confiaría mucho en una persona como yo.

Escúchame.

Me dice, "Tyler, esto debe acabar ya", le respondería, pero el arma en el interior de mi boca a penas y me deja pensar. Siento el sabor a pólvora y a metal, disparó hace poco. Por Dios, qué hemos hecho.

Respóndeme.

Con la lengua muevo un poco el cañón del revólver a mi mejilla, así podría al menos gesticular mejor las palabras. Le digo que me deje en paz, por favor, podemos volver a iniciar, esto no debió terminar así, podemos regresar al comienzo.

Josh.

1, Sujeta el gatillo.

Por favor...

2.

Josh...

3. Jala el gatillo.

- - - - -

Muchos me preguntarán, ¿cómo conociste a Josh Dun?

A decir verdad, nunca lo conocí, solo él a mí. Fue un día en la playa, estaba acostado asoleándome, estaba de vacaciones. De pronto vi a lo lejos a un joven, estaba usando unos troncos para hacer algo en la arena, lo vi durante mucho tiempo, al final... no sé por qué lo hice, pero me acerqué un poco y le grité que qué estaba haciendo. Él sólo se paró de espaldas, se dio la vuelta y me miró. Su cuerpo era delgado pero muy atlético, tenía un tatuaje de varios colores que no pude apreciar bien por la distancia, pero le cubría todo el brazo, todo. Y tenía el cabello pintado de rosa... ¿cómo alguien luciría tan varonil y seguro de sí mismo con el cabello rosa?
Me gritó que adivinara, después se puso lentes de sol y siguió en lo suyo. Tenía cuatro troncos apilados uno después de otro, tenían tamaños distintos pero en general, por lo menos le llegaban al pecho a una persona normal. Después agarró un quinto tronco más largo que los demás, y con cuidado y mucha fuerza, lo clavó en el centro, quedando así, cinco troncos clavados uno al lado de otro, como una línea.

No adiviné

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No adiviné.

Me gritó que qué hora era.

1:57.

Me dijo que exactamente a las 2:30, la luz del sol iba a hacer que la sombra de los troncos hiciera la forma perfecta de una mano gigante. Para este momento, la sombra de los troncos aún se veía demasiado larga y aforme, pero él había calculado exactamente la hora. Se sentó de piernas cruzadas en frente de sus troncos y cerró los ojos. Así una media hora.

Bones Remain: Anthology Where stories live. Discover now